Porque escribí



Ya se termina el año, y antes que ir a estar con la familia, quise cerrarlo con una última publicación del 2013.

Me siento contenta de la pausa que decidí tomar este año con respecto a mis actividades cotidianas y la forma de vida que estaba llevando, a veces una se abandona tanto al trabajo y se olvida de lo qué es el tiempo libre o de hacer lo que le gusta hacer. Ese tiempo me permitió alimentar mi pasión por la lectura, la poesía y la escritura como antes nunca lo había hecho. Miro esto como un ensayo constante, al que no voy a renunciar más hasta el resto de mis días. 
No soy ni aspiro a ser gran escritora para otros, más que para mi misma, por lo que tener un espacio donde ejercer la escritura es algo fantástico, y que alguien se detenga a leerme es algo que agradezco, ya que por ser casualidad es bonito cuando sucede. La Literatura es buen lugar para encontrarse.

Cierro pues con este poema del señor Enrique Lihn, que conocí gracias a Roberto Bolaño, lo nombra tanto en su trabajo y en las entrevistas que le realizaron, que me di a la tarea de buscar sobre él; y ahora comprendo tanta admiración y la influencia que tuvo sobre él para formar su visión de la Literatura. Estoy de acuerdo con Bolaño cuando dice que si se piensa en hacer una antología poética, Enrique Lihn tendría que estar presente,no sólo en un plano latinoamericano sino universal.

Este es el último poeta que leí este año, hombre de versos que me han impactado mucho. A veces uno tiene la suerte de encontrar algún poema en el cual se puede reflejar como en un espejo, y eso me ha pasado con este.

¡Genial cierre e inicio de año!

Mujer inerte

Y qué si hoy sólo quiero dejar pasar el día, 
qué si no quiero que alguien me absuelva 
y quiera hacerme entender del bien y el mal.

Qué si los alientos hoy no son más que ecos 

que no tienen sentido y no quiero escuchar. 
Qué si hoy no me da la gana de mostrar mis 
pensamientos y gastarme en argumentos.

Qué si hoy sólo quiero estar callada y encerrada, 

mirando la eternidad del silencio, 
sintiendo lo impredecible de mi existencia, 
sin que mis cabellos sean materia, 
sin pensar nada, 
mirar escenas que no corresponden conmigo, 
sentir que este vacío también es mío 
y que todo es un fastidio.

Qué si hoy sólo quiero dedicarme a dejar 

mi mirada fija en el techo, a ser inmóvil...

Esto también es estar viva, 

esto también es el caos, 
también es darse cuenta de la postura 
del tiempo y la fragilidad del cuerpo, 
de la mediocridad y el hastío 
que como todo necesito para saber que existo.

Qué si hoy no quiero hacer, caminar o decir, 

qué si hoy estoy cansada de todo y 
sólo quiero no sentir nada, 
qué si sólo me quedo aquí, 
a tirarme por la curvatura de la insensibilidad.



De una despedida o de cómo dos amantes conversaron sin palabras

Uno frente al otro, juntos, 
como adivinándose el pensamiento;
como si él ya supiera lo que ella iba a decir,
como si ella ya supiera lo que él tenía en mente 
y maquilaba además, lo que iba a responderle.

Incapaces de mirarse a los ojos, porque el primero en levantar la vista sería quien diera paso al segundo acto: soltar la primer palabra, la primer frase, 
ser quien espere la respuesta del otro. 
Eran las reglas del juego, así las habían consentido sin pactarlas, de común acuerdo, desde siempre.

Ella le conoce bien el truco del cigarrillo, siempre ha de ser su salvavidas un cigarrillo, si fuera un niño usaría a su madre para esconderse detrás.
Él sabe que la expresión de desolación es su táctica, ella siempre recurre al gesto triste cuando quiere que sea él quien ceda, y eso, lo irrita un poco.

Y es que ninguno es bueno para las despedidas, cosa nada rara, que los seres humanos seamos tan infinitamente vulnerables en los intervalos del adiós, tanto o más que en la primer mirada, en el primer saludo; porque a ninguno le costó sonreírse la primera vez. 

El lenguaje enmarcado con esa primer sonrisa, se extendía ahora con la evasión de las miradas, con el sometimiento de sus palabras. El comienzo, todo y nada tiene que ver con la despedida.

Ella está pensando que no va a decirle que lo extrañará si no lo hace él primero,
él no sabe si decirle que la va a extrañar sea la primer cosa que debiera decir.

Él quiere preguntarle si buscará un nuevo amor cuando se vaya, cuando la tregua del tiempo y la distancia sea lo único que haya.
Ella sólo contiene sus enormes ganas de llorar, no quiere dejarlo ir, pero de golpe se da cuenta que ese deseo emana del egoísmo, y el egoísmo nunca ha sido su plato fuerte; 
no hay lugar permanente para nadie, o al menos, no debería haberlo.

Él se ha acabado el cigarrillo; la boca sin pretextos, la boca libre toma la iniciativa: "Te escribiré, es una promesa".
Ya lo secunde la mirada de ella, baja la guardia y le muestra los ojos, tristes y llanos.
"No me prometas nada, no prometas cosas que durante algún tiempo puedas cumplir pero que a la larga se vuelvan tan rutinarias que te cueste hacer, sólo ve y se feliz".

Lo ha desarmado, él ya no sabe qué más pudiera decir, sus pensamientos están tiesos, pero de manera impulsiva alcanza a decir:
"Si lo haré, lo haré porque me importas y siempre me importarás".

Ella asoma una mediana sonrisa y lo mira fijamente, como si en esa mirada estuvieran contenidas todas las palabras de adiós que no dirá. 
Se levanta y le acaricia el cabello, le da un beso en la frente y otro más largo en los labios, esos labios que tanto adora, y que ahora, tal vez nunca más volverá a tocar.

Se marcha, toma sus cosas y se aleja caminando lentamente; no quería acompañarlo hasta la estación, así era mejor.

Él también lo creyó así, por eso la dejó ir, por eso no la detuvo, comprendiendo entonces que no habían tenido palabras uno para el otro porque ya no eran necesarias;
sólo quedaba considerar la idea de que algún día, se volverían a ver. Ojalá ella también lo estuviese pensando así.  



Carta para Laura

Te tomé una foto cuando te quedaste dormida mientras veíamos la película de Kubrick, la quiero para cuando no estés, para que pueda mirarte y evadir el sentimiento de que olvido el lunar que tienes de lado derecho bajo la nariz, tus cejas pobladas y tus ojos que parecen abiertos mientras duermes.

Te grabé mientras me leías el capítulo final de la novela de Oscar Wilde, para no olvidar la dificultad que tienes de pronunciar la letra R, o tus largas pausas en puntos y aparte que me desesperaban cuando la historia estaba en la mejor parte.


Guardé la servilleta donde pintaste un beso ayer para probar si tu labial se había fijado bien; la quiero para ver las grietas de tus labios y acordarme cómo se sienten sobre los míos, para tener presente el sabor de tu boca, incluso cuando no es tan agradable por las mañanas.


Me tomé la libertad de llevarme uno de tus prendedores de cabello, tu favorito, por cierto. El que usas cuando te dan ganas de peinarte o cuando sólo quieres recogerlo porque te estorba, es que huele rico, huele a tu cabello; me gusta tanto como huele tu cabello, ya te lo había dicho antes, ¿no?... 


Compré un disco de la banda española que no dejas de escuchar, es para saber qué de bueno y fascinante encuentras en ellos, porque para mi siguen siendo sólo porquería. 


¡Ah! y lo olvidaba; ya tengo los boletos para el concierto, estaremos en la pista y ya lo tengo bien planeado, buscaremos la mejor vista, sé cuánto has esperado el momento.


P.D. No, no me estoy enamorando de ti. Te compraré otro prendedor mañana, te llevo el disco la próxima semana.


Víctor

Extraviar un poema

Anoche soñé que escribía un poema, 
me sentaba y lo hacía con tanta claridad, 
las palabras y los versos tenían vida propia, 
venían a mí sólo para usarme como medio para existir.

Al despertar no recordé nada, 
ni un fragmento o alguna frase en la memoria, 
no tenía nada.

Esos poemas que uno ya no puede recordar, 
esos poemas que si existen pero que ya no están, 
¿A dónde van a parar?

Los signos del mundo

Monotonía ininterrumpida, 
antítesis de una pronunciación,
saciedad no saciable,
marabunta de bestias. 

Intuición no nombrada,
inmunidad de los desolados,
desmemoria de los inocentes,
funeral de niños y mujeres.

La pena de muerte para un hombre triste,
las palabras entre lineas jamás vistas,
la pupila dilatada, el ceño fruncido, 
la boca callada. 

El retrato y el nombre del desaparecido, 
la voz del cantante,
el baile repentino, la función de cine,
el hambre del mendigo
y el hambre del opulento.

El pozo negro sobre las aguas,
la caída de un muro,
una balsa vacía que navega a la deriva, 
las psiques, las filias, los trastornos y
los miedos.

El llanto o la risa sin control,
la orilla de un acantilado,
el grosor de la ignorancia,
el cansancio y la protesta,
la conciencia y la lucha eterna.
La enfermedad y la cura.

El grito que jamás será detenido,
los cuerpos apartados, mutilados, desamparados 
y jamás olvidados,
las armas, la guerra y la naturaleza muerta, 
el cambio y la permanencia.

Lo que nace y crece, 
la música y las ideas, 
el pensamiento y la invención. 
El tiempo que se fue y el tiempo que aún no viene.

La libertad, la esclavitud, el presente y la nada, 
la espera y la esperanza,
la revolución y unos dedos que se aferran a la palabra "creer".


Escondite

Hacerme un lugarcito en las pupilas de un lobo,
hacerme un rinconcito en el botón de una flor.

Un espacio pequeñito en el carro de juguete, 

o hacerme guarida en el peldaño del puente.

Dejar sólo un renglón para mi a la mitad de la hoja, 

o en las palabras que no significan gran cosa.

Hacerme sitio en el álbum de recuerdos del olvidado,

o en el ruido que aún nadie ha hecho y escuchado.

Hacerme lugar en los colores de una mariposa,
o un espacio en alguna lágrima de la niña que llora.

Hacerme un campito en la escena 

favorita de la película favorita,
o en la banquita del parque junto a la paloma 
con el ala rota.

En lo intangible, lo inefable, 

en lo inconsolable y lo irremediable.

Hacerme un lugarcito en las cosas que no se van ni con los años, 

ni con el tiempo, ni con el olvido o la muerte.

Donde no se busque y tampoco se encuentre; 

donde no estar a la vista también sea existir.

Evocación al paseo

Soñé con Bolaño,
era una fotografía blanco y negro que 
me miraba fijamente y sonreía.
Soñé que comía hasta reventar,
ya estaba satisfecha pero aún sin poder 
terminar un bocado, ya quería más.
Soné que no podía articular,
mis labios estaban pegados y no podía hablar.
Soñé con mi profesor de filosofía,
habíamos discutido sobre Kant y al término, 
ni vaga idea tenía de lo que era la moral.
Soñé con Edith Piaf, cantaba la Vie en Rose 
mientras yo me intentaba suicidar.
Soñé que tenía que conocer a todos los intelectuales 
de mi generación,
pedí nombres pero nadie los conocía, 
eran hombres y mujeres de transparente existencia 
y secreta dirección.
Soñé con Simone de Beauvoir, corríamos juntas 
desnudas por una concurrida avenida de París.
Soñé con mi abuelo Andrés, me pedía que no 
olvidara que uno se va pero nunca el "después".
Soñé que vivía en un vagón del metro, 
un señor poco aseado y de aspecto irritado 
dejaba flores en lo alto del ropero, para después 
quebrar una pata de la mesita de centro.
Soñé que paseaba con Roberto, caminábamos 
por las calles del centro mientras me hablaba
de detectives salvajes y poemas que nunca escribió.
Contemplo la mirada detrás de esos grandes anteojos 
y los rizos de su cabello; 
un verdadero perro romántico pienso yo.

A Roberto Bolaño

Ingenuidades

¿Y qué sabes tú del mundo?- me dijeron sus ojos - ¿Qué sabes si sólo te acomodas en las palabras?

Aquella mujer me hablaba de cosas que yo no conocía y otras tantas que no contemplaba,

cosas que no se escriben, sólo se hacen, 
porque no existen de otra forma.
Reconocí el poco ejercido oficio de cantar verdades, al menos, las verdades que ella tenía de mí.

Estaba tan sensible porque nunca me habían gritado así, 

por lo ojos, tan en silencio,
y porque me sentí tan incapaz de contestar con la boca;
la suya hablaba de algo, pero sólo me entendí con la mirada; 
lo fui anotando todo, armé frases, discretamente las escribí en mi libreta y ya tenía la escena hecha, 
para no olvidarla nunca: a ella y sus palabras.

Tenía razón,  no sé acomodarme mejor en otro lado que no sea en las palabras, en las escritas mejor que en las dichas, y me sentí tan encerrada, tan en casita de muñecas, tan pequeña. 


Hay tanta limitación en mi pero también tanta curiosidad, y por eso creo que estoy salvada, creo que no estoy perdida. 

Pero qué puedo saber yo que lo desconozco todo; estoy en medio de un lago, desnuda y sintiendo tanto frío. 

Después de un rato de escucharla reprenderme, me armé de valor y la interrumpí: "No sé de realidades pero las imagino, ¿eso cuenta?"- dije- por primera vez la boca se quedaba callada, pero los ojos ni un parpadeo dudaron en mirarme con indignación, al mismo tiempo que me gritaban: "¡Descarada!"... 

tal vez, si estoy perdida.
De todo lo que hay ahora en mi vida, tú eres el torbellino, lo más estremecedor; te lo dejo saber en el café con leche que nos preparo por las mañanas, en tus playeras que acomodo y a veces me doy el tiempo de desarrugar jugando el rol de ama de casa, y mira que ya sabes que es el único papel que no me gusta jugar, que detesto tomar.

Me ha hecho falta nuestro ritual ocasional de las noches, en el que te doy la espalda y al sentirme lejana, te acercas para acurrucarte y oler mi cabello antes de que te venza el sueño y yazcas con tu mano izquierda en mi cintura; con esa imagen de ser desprotegido de todos los males del mundo, con esa imagen que mi espalda esconde durante la noche.

Espero que ya te hayas percatado de lo que yo ahora: 

Que hemos entrado en la dimensión de la monotonía, que la inercia ya recae en nuestros cuerpos, y ¿cómo?, cómo repararnos amor mío, si los placeres me parecen tan gastados y los deseos tan olvidados.

Besarnos se ha vuelto un ritual con horario, con recordatorio de qué, ya no me acuerdo, lo convertimos en una acción embustera y siniestra: 

Qué no se nos olvide dar de comer al gato, que no se nos olvide revisar las llaves de gas, qué nos se nos olvide besarnos antes de salir a trabajar, el maldito juego del "se debe hacer", ¿te das cuenta?.
Tengo miedo, me siento en el túnel oscuro, aquel del que siempre salí urgentemente de amores pasados sin dejar nota de despedida. Pero contigo es diferente, no sé, no me preguntes por qué, es sólo que aún me quiero quedar.

Nos desgastamos como de común acuerdo, el tiempo es relativo pero nosotros lo pasamos en asuntos terceros, ya no estamos juntos, ¿lo notas? no es paranoia, amor mío, es que tú dices: "Estoy cansado, sólo quiero dormir" y cada noche que lo sollozas yo me siento un abismo más atrás; 
no conversar, no abrazarnos, no tocarnos, no olernos, no amarnos.

A lo mejor es que ya te enamoraste de alguien más, no me enojaré y tampoco te odiaré, te prometo que no me enojaré si es así; cómo enojarme porque busques el amor, si es el único resguardo, la única ceguera que permite la visibilidad más etérea de este mundo; y si en mi ya no lo palpas, ve a donde esté; yo siempre hice lo mismo.

Es verdad que me entristeceré, pero tengo la suerte de que mis tristezas sean penetrantes más no perdurables, dejo que me arrastren cual perro de pelea moribundo por el suelo, pero luego y siempre, hallo la forma de curarme. Porque prefiero eso a instalarnos junto al demonio de la costumbre, en el delirio de la inmutabilidad; porque ya viví gran parte de mi vida entre ceremonias de lo habitual, entre acciones de cada día, de siempre; eso ya lo sabes, como también sabes que no lo soporto.

Dime amor, si dejamos los sorbos de veneno, si paramos de rasguñar el tiempo y renovamos el secreto compartido; o si mejor de una vez y de tajo dejamos de sucedernos; y nos acabamos, y nos despedimos; con las memorias de buenos amantes y entrañables amigos, para resucitar en otro tiempo, con otros cuerpos, 
otros demonios, diferentes hastíos.



 

"¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sólo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primera decimal de cero por ciento. Pero ¿no es quizá eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes. […] Quizá, por eso, la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan.

¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales."

-Gabriel Zaid, Los Demasiados libros, Editorial DEBOLSILLO

Busco a la mujer

Busco a una mujer.
Ella tiene mariposas en la mirada y ciruelas en las caderas. 
En sus piernas hay un pequeño mono que danza cuando camina; 
no importa si anda lento o aprisa.
Cuando la toco por el hombro o la cintura, 
las manos se me llenan de carmín que no consigo quitar en dos o tres días.

A la mujer que busco las penas se le asoman por la punta de los cabellos, 

la reconozco porque su sonrisa tiene la forma de un espiral 
y sus labios saben a almendra y tierra seca.

Cuando habla me empiezan a brotar un par de aves por la lengua, 

y el estómago se me inflama cada vez que repite la palabra "nosotros". 
Su timbre es el Moonlight de Beethoven, 
su voz tiene los colores
de una pintura de Van Gogh.

No sabe bailar, dice que tiene dos pies izquierdos. 
Su pasatiempo favorito es coleccionar hojas sueltas,
hojas perdidas de libros que encuentra en la basura de una vieja biblioteca. 
Se arma historias que no tienen ni pies ni cabeza, 
pero cuando las lee, te convence de que son ciertas:
Un  hombre murió de rabia y al día siguiente resucitó 
por un cordón de zapatos que le ataron al corazón.
Un barco zarpó a la mitad de China y la población
 lo usó para bailar el día en que llegó el año del dragón.

Busco a la mujer con ojos de planeta,

 la que guarda tulipanes en la cabeza. 
Se ha ido; no viene, la he esperado y está tardando;
yo la quisiera a mi lado.

Frida Kahlo


El ejercicio de desfallecer,
desfallecer de madrugada tendida en una cama helada,
llena de altares demenciales y memorias alabantes.
Material para el amor sin cuerpo, el cielo sin aves,
la avenida sin señales.
Inventar un signo o recordar alguno.

Malabares de extrañeza,
la figura que no pesa pero tampoco cesa.
Reparase y agrietarse, agrietarse y repararse;
para convertirse y reconvertirse,
como la tierra sin lluvia y más tarde con ella.

Me asegura el eco que la cordura no elimina la demencia, 
que la ausencia es la presencia,
y diviso la tierra en donde no siembran pesares,
del pueblo que huele a café de hoya

y reparte cantos de arrabales.
Y hay tumbas llenas de ceremonias, 
de donde aspiro el incienso de nueva brasa, 
de donde cojo las flores que llevo a casa.

Día de muertos

Lo que más me gusta hoy
es la flor de cempasúchil,
el potente aroma a incienso,
la presencia del ausente.



What I most like today
is the cempasúchil flower,
the powerful scent to incense,
the presence of the absent.




El día que Lou Reed murió

27 de octubre, un adiós para signar el día:
un pionero del psicodélico rock partía;
mi tristeza era hoy para el hombre soundtrack 
de mil manías, incluidas las mías. 

Morir en Domingo, pienso.
¡Qué mejor día!
Sunday Morning, such a Perfect Day.

Habrá elegido este día por ser el único
en que el mundo es como pocas veces es:
Inhabitual, tal como él.


Porque sólo hoy, hay algo más que 
desasosiego y monotonía; 
el día para lo no ordinario, 
el día sin agonía.

Mi itinerario de hoy
Ejercer el oficio de las nostalgias.
Y para el Señor Lou: 
Reunión con Nico y con Warhol en otra dimensión...
Noticia en el Wild Side: 
El hombre que moría y de inmediato la inmortalidad le florecía.



Una mujer no es todas las mujeres


La tarde estaba nublada y el clima demasiado frío como para tener una conversación vespertina caminando por la calle; por lo que decidieron entrar en el café de la esquina que María frecuentaba en sus tarde-noches de lectura, en las que sostenía largas y acaloradas conversaciones con Sartre y Baudelaire, Beauvoir o alguno de sus escritores de cabecera.

Tomaron la mesa que se encontraba más lejana a la puerta del local, ya que Pablo notó que ella tiritaba de frío y sus labios estaban más colorados que de costumbre, además de que como siempre, tenía las manos hechas un cubo de hielo, era una de sus características, tener las manos frías, y particularmente heladas en esa época del año.

Ya te digo- continúo ella con la conversación- Mi madre quiere que me case, que sea una mujer ejemplar dedicada a su profesión, que vista como ejecutiva, que forme un hogar y encuentre un buen hombre - Hizo un pausa para tomar un primer sorbo de café y con una expresión como esas que hace alguien a quien le revoloteaban muchas cuestiones en la cabeza y ha comprendido por fin algo importante, continuó:

Lo que ella no sabe es que esos nunca existieron, o si existen no he tenido la fortuna de toparme con alguno, sin agraviar al presente claro, hablo en cuestión de relaciones; pero ese no es el punto mi querido Pablo, tú lo sabes mejor que nadie: 

No soy una mujer de costumbres, una mujer tradicional, y es que... una mujer no es todas las mujeres, no todas queremos permanecer en el molde.
Mi vestimenta favorita va de vestidos en su mayoría cortos y medias que a veces están rotas, por lo que es una constante mi encuentro con las miradas de pervertidos y con las de mujeres mayores que me lanzan la palabra "mujerzuela" entre ceja y ceja; eso me tiene sin cuidado, por supuesto; pero son los malditos prejuicios los que me hierven la sangre.

No me gusta usar tacones ¡los detesto!, me dicen: 
"Que para verte bonita y presentable, que para dar la ilusión de ser más alta, qué para ser más atractiva al sexo masculino"... ¡A la mierda esas ideas sexistas! 
Me gusta lucir linda pero no me gusta parecer una muñequita de pastel, raras veces me peino y ¡ah! añadamos que no sé cocinar.
No soy un ejemplo a seguir, ni la viva representación de la mujer de sociedad. Detesto las ideas moralistas, no tengo ni quiero una religión y mi finalidad última en la vida no es un matrimonio, si algo voy a conservar hasta el último de mis días es mi libertad. Enamorarme, claro que quiero, pero creo mucho en algo que leí por ahí: "el amor y el matrimonio son cosas distintas".

Soy lo contrario a la idea de una mujer de ensueño de todo hombre y lo último que permitiría es dejar que alguno me trate como una cosa de su propiedad; detesto cuando usan el término:
" Mi mujer"..."¡Mi mujeeer!"
como si la hubiesen comprado o hubiera sido un premio de lotería, odio todo eso y me exaspera que toda mi familia espere eso de mí, que "salga del capullo para convertirme en mariposa" como dice mi obeso tío Roque.

Pablo soltó una tremenda carcajada que hizo voltear a una pareja que estaba en la mesa de lado izquierdo, y al hombre mayor de la mesa de enfrente, que estaba muy entretenido en su lectura de periódico y que les lanzó una mirada de cascarrabias por haberlo distraído.

Diría que prácticamente es una carta de recomendación- contestó Pablo después de recuperar el aliento- quién no querría estar con una mujer inusual. Mírate, eres muy linda y precisamente tu personalidad de mujer atípica e independiente es lo que te hace ser tan atractiva. 
Cuando nos conocimos yo me enamoré de todo eso, ya te lo había dicho. Sino fuera porque estoy terriblemente enamorado de Julia, hace mucho que tú y yo estaríamos juntos -Eres un idiota- replicó ella con una sonrisa- Supongo que tendré que lidiar con todo eso por siempre, ¡Qué fatiga, qué miseria!- Supones bien, mujer.

-Bueno, tal vez cuando llegue a la edad de cincuenta o sesenta considere un look distinto, creo que para ese entonces mi rebeldía no incluirá mostrar piel flácida y piernas con várices- Jajajaja, porqué no, no eres como todas las mujeres, ya lo dijiste - Si, pero ¡hombre! 
¿que no sabes que los huesos a esa edad ya no son igual que a los 20´s?, además lo que se me arrugará será el cuerpo, no las ideas- Jajajaja, tienes razón... y estás loca- Lo sé, ¡y tú también!, por eso es que eres mi amigo y conversamos tan de pierna suelta como pocos, porque aunque digas que no, reconoces un poco de tu propia locura en mi- dijo María mientras se acomodaba al respaldo de la silla, y después de una milimétrica pausa, él respondía con su taza en la mano y una sonrisa que parecía concederle la razón: "Mmmm si, creo que, un poco tal vez, no te hagas muchas ilusiones".  

Sentimientos de Ausente (Sor Juana Inés de la Cruz)



Amado dueño mío,
escucha un rato mis cansadas quejas,
pues del viento las fío,
que breve las conduzca a tus orejas,
si no se desvanece el triste acento
como mis esperanzas en el viento.

Óyeme con los ojos,
ya que están tan distantes los oídos,
y de ausentes enojos
en ecos de mi pluma mis gemidos; 
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.


Un fragmento del que probablemente sea mi poema favorito de Sor Juana Inés de la Cruz, compatriota pionera del verso que tuvo el valor de romper paradigmas (aunque fuese en ciertas circunstancias) y escribir en una época en la que el mundo era sólo para los hombres.

She´s the sadness

No estás triste por nada ni por nadie, 
eres tu quien te impregnas la tristeza, 
te la vas repartiendo por cada cachito de piel 
como un trabajo que hay que hacer antes 
de que acabe el día para no arruinarte,
te vas llenado con esmero.

Entonces te inundas, y como no sabes nadar; 

la sacas toda por los ojos, por la boca, 
por las manos y la nariz;
pero sabes que regresa, de fuera hacia dentro.
Te quedas perpleja cual niño que acaba de volver el estómago
y piensa que su madre va a reprenderlo, 
porque todavía no lo comprendes.

No hay tristeza fuera de ti, la tristeza eres tú, 

tenías la semilla injertada desde tú concepción.

Le ocurre a los cuerpos frágiles, a las existencias ingenuas como la tuya,
nadie te la regaló, ya era tuya desde siempre, date cuenta; 
cuando la invocas, cuando la sacas a pasear en letras. 

Enséñala a conversar contigo,

aprende a conversar con ella, 
entabla una relación porque, querida mía, 
estará contigo el resto de tus días. 

En los ojos de Ana

Sus enormes y bellos ojos negros observando sin parpadear al caballo pasar la meta; ahí estaba, llegando en primera posición. La escena en sus pupilas. No era raro que Ana gustara de las carreras: el frenesí desmesurado, el corazón extasiado y la fascinación por lo inesperado han estado desde siempre en su existencia. Ahora, todo se le desbordaba por la mirada.


Este es un pequeño cuento que escribí para "Diversidad Literaria", un colectivo de Colombia que organizó un concurso de microrrelatos (o microcuentos) con temática libre. 


En realidad, no me importa si gano o pierdo, me animé a participar porque me pareció interesante la idea de ver si podía hacerlo, y también porque desde hace ya varias semanas, he tenido la inquietud de escribir uno, de mucho mayor extensión, claro; pero qué mejor que empezar con uno pequeño. Tal vez y muy seguramente apeste, pero bueno, es el primero.

Alejandra

A mi me impresiona, niña, la manera en que existes, tus ojos que reflejan un sin fin de historias, tus oídos captando la intangibilidad de este mundo y el misterio precisado. 
Tus pensamientos y escenarios paseando sobre el techo de tu habitación mientras les das vida eterna en escritura.

Tú cuentas, y creas, grande es tu vocabulario porque no sabe del vocablo “incredulidad”.

A mi me hablan, niña, la cartografía de tus palabras, tus abrazadoras imágenes y la corporeidad de aquellas inagotables realidades que brotan de tu vislumbrar.

Habitas los silencios con total frenesí, tus misterios son envueltos en papel corrugado que sólo pueden ser desenvueltos por quienes tienen el verdadero deseo impregnado.

Niña, tú existes como pocos, niña, existes como nadie y de eso yo me he fascinado. No eres una presencia ordinaria, eres una llama incendiante.

Pedagogía de la Revolución


Maestro rural, maestro de lucha incesante
que te levantas ante lo instituido, y la educación de tú pueblo
has venido a defender encarando la injusticia de una imposición.

Una reforma educativa.
La reforma que deforma:
Descontextualización de realidades, enmascaramiento de la pobreza.


Leyes para estandarizar,
mentes cuadradas de mandatarios con interés capital,
personajes que definen cómo se “debe” educar.

Jamás entenderán que la docencia va más allá de su concepción de calidad, 
de su currícula mocha hinchada de contrariedad.

Un techo de lámina y paredes frágiles cobijan tú acción diaria.
Un piso de tierra bajo los pies de tus alumnos, a quienes enseñas a ser libres de la ignorancia que el sistema desea perpetuar; porque en tus aulas de todo hay carencia, menos de conciencia.


Haz venido maestro a la gran urbe, a buscar fuerza en el compañero citadino y te has topado con una ciudad cegada por la demagogia y el dominio.

Medios que desinforman, medios con la reforma.
Medios poniendo al pueblo contra el pueblo.
Se desacredita tú lucha porque agobia salir del orden cotidiano, ese orden que a nosotros también nos han implantado y por el cual nunca hemos protestado, que nos hace presas de la inconsciencia y la indiferencia. 


Maestro no detengas la causa porque la llevo contigo, sigamos repudiando la educación que produce peones para el gobierno y luchemos por algo alterno. En esta revolución no cesa nuestro tesón, y palabras del Che hemos convertido en estandarte: “La revolución se lleva en el corazón”.

Era un hombre con aires de tristeza, lo miré sentarse a unos cuantos metros de mí e inmediatamente sentí la imperiosa curiosidad de tratar de adivinar el contenido de sus pensamientos. Su inquebrantable silencio y la mirada fija pérdida en un punto del suelo, delataban el hecho de que se instalaba en otro espacio más interesante que en el que nos hallábamos en ese momento. 

¿Vendría aquí para tratar de dialogar con sus demonios como lo estaba haciendo yo?,¿Algo del mundo le preocupaba o ha venido como un despreocupado hedonista? mejor aún, ¿Habrá en realidad algún pensamiento atravesando su mente?

Me había adelantado a suponer que algo pensaba pero tal vez sólo había venido a recoger el placer de estar sin razón; en todo caso no lo sabría a menos que me acercara e intentara entablar una conversación, pero ¿con qué objeto, con qué excusa iba a hacerlo? me sentí absurda por tan sólo pensarlo, no quería ser entrometida y perturbar lo que sea por lo que había venido.

Después de un largo rato de haberme abandonado al misterio que me provocaba su presencia, decidí marcharme, se hacía de noche y además tal vez se daría cuenta de que lo miraba y no sabría qué hacer si se percataba de ello, realmente me daría vergüenza.

Me levanté y al pasar junto a él detuve bruscamente su tarea, me miró fijamente y yo hice lo mismo: ningún parpadeo, ninguna sonrisa, ningún gesto, sólo un instante compartido; dos extraños se encontraban en un punto.

Es tan paradójico que uno intente apartarse del mundo para poder estar sólo con la propia presencia y se encuentre por casualidad con otro que hace lo mismo.

Anhelo

Yo soy de gente, soy rostros, soy muchos y uno.
Yo no quisiera ser monotonía, prisa o estrés.
Yo soy citadino y extranjero, toco encuentros, 
conversaciones y miradas.

Yo no quisiera sentir lejanía, oler a silencio y apatía.
Quiero ser todos los días palabra e imagen, escuchar cuerpos, 
tocar idiomas y dialectos… oler a lo diverso.

Yo no quisiera mirar monotonía, uniformidad… violencia.
Yo soy de respirar libertad y deseos.
No quisiera palpar represión, censura y olvido.

Yo estoy hecha de sueños y pasiones, toco alegrías, 
rabias y nostalgias.
Yo no quisiera oler a indiferencia, a cobardía, a renuncia.

Yo soy de donde brota la voz, la lucha, la rebeldía y el cinismo.
No quisiera tocar el miedo y la conformidad, 
no quiero que mi mirada se resigne.

Soy un cuerpo: soy joven y anciano, soy hombre, 
soy mujer, soy pueblo.
Yo soy todo lo que miro, pronuncio y lucho… 
Soy aquello que deja rastro de perpetuidad…

Yo soy gente, soy acción, soy deseo…soy lucha.

Centro de llamadas

Tantas voces, tantas y ninguna coherente. 
Tantas voces apagadas, manipuladas,
sonando en unísono, temblando en destiempo.

Tantas voces controladas, amansadas; 
en un tiempo que determina cuando deben callar 
y otro que indica cuando deben empezar.

Víctimas posmodernas,
lo que en realidad quisieran decir no importa 
en ese espacio de cuatro paredes.

Subjetividad dormida, los deseos se quedan en las voces internas, 
y a veces tanta injuria lograr borrarlas.

En este cachito de tierra capitalista, las voces se tergiversan,
afuera de esta pieza de inmundicia, las voces renacen.

Restauración

Y al olvido lo ayudo a llegar más rápido borrando todo lo que huele a su recuerdo, de una vez y de tajo, como ceremonia de reconstrucción.

Bien es sabido que para poder adherir nuevas marcas a la piel, hay que dejar secar las cicatrices olorientas a permanencia, para que de una vez por todas desaparezcan, para que dejen de rasgar dolor de a pedacitos, para romper el cuentagotas de la dosis cotidiana de tristeza; para que no sigan siendo un inútil recordatorio de un cuerpo que ya no está, que partió sin siquiera dejar ver sus intenciones de hacerlo, empujando con delicadeza el signo de la ausencia.

Es así que no tengo la más mínima intención de seguirlo arrastrando en mis deseos, por que ya me agota su recuerdo; por eso, es que elegí la desmemoria.

¿Y entonces, qué sientes? -Le preguntó- En realidad no lo tenía claro hasta hace un par de horas que lo vine a descifrar, aunque lleva meses invadiéndome. 

Es algo que pulsa dentro- aquí, donde se supone que uno tiene el corazón, y acá, donde a uno lo atormentan o lo concilian los pensamientos.

Es como si de repente y de golpe, te das cuenta de que el tiempo está transcurriendo; todos lo dicen pero jamás le das la debida importancia. Lo miras, se hace notar en cada fracción de segundo; pero yo no lo dejo que me lleve, me quedo congelada, dentro de una cápsula. Todo transcurre pero yo me quedo, como en un sueño, y sé que tengo que despertar, pero no sé cómo.



¡Oh, hombre!, ¿qué parte de mí te hizo creer que me enamoré de ti?, qué cosa en mis acciones te crearon una ilusión cual visión en el desierto. Soy una mujer discreta y también silenciosa, mis monstruos personales raramente salen a la luz, pero si mi corazón late fuerte, lo dejo salir y gritar sin reparos, si en verdad me enamoro mi cuerpo me delata, mis palabras lo proclaman.

Hombre: requiero más que de palabras adornadas y endulzamiento de oído, tú sonrisa o tus manos no te convierten en el hombre ideal, necesito más que de un instante, de una aventura para que me muestre en mi plena vulnerabilidad, para que me provoques el deseo de conjugar la palabra amar en cada una de tus extremidades sin parar.

¿Acaso fueron las palabras que alguien más te dijo, acaso alguien te lo aseguró? Fue más sencillo alimentar una idea tergiversada que venir aquí y conocer de la raíz que son mis labios, las palabras tal cual fueron dichas. Fue más fácil dar paso al silencio y hacer inhabitable el curso de los días. Se mira el horizonte hasta donde la propia vista nos marca el límite; pero anda a enterarte que el paisaje que alcanzas a divisar no es la totalidad del territorio.

Sabe también, que en mis actos no considero errores, en mis pensamientos no caben rencores, ni odios, ni culpas; desde siempre este cuerpo los ha vomitado por inercia en cuanto intentan invadirlo. Alguna vez quise reclamarte, pero salí un momento de mí poniéndome en tú posición, entonces tal vez, lo comprendí.

Una lástima el vaso que se elige para ahogarse, pero una suerte la mano que sabe dar vuelta a las páginas y terminar el capítulo.
Nunca he sido buena con las indirectas, soy de esas personas que prefieren se les haga saber las cosas con todas las frases, palabras, vocablos y sílabas que incluya el sentir; sea cual fuere este; directo y claro, porque soy torpe para comprenderlas.

Prefiero que el tiempo me transcurra en procesarlo que en tratar de descifrarlo, porque además, tal vez, me ocurra la desgracia de jamás comprender que una cosa más quería brotar de entre líneas, de las conversaciones o de los actos. Y lo más importante, porque eso alegremente me restaría días de observar todo de cabeza como suelo hacerlo, y porque así tal vez, la parte más aturdida de mi existencia se debilite de un poco.

Despedida

Podían reflejarse uno al otro en sus pupilas, se miraban con una sonrisa que no podía sino significar el más grande cariño que se le tiene a alguien a quien el tiempo ha depositado en el corazón. Sin dejar que las miradas y las sonrisas se apagaran, como si una naciera de la otra, como si una mirada dependieran una de la otra, ella tocó su mejilla derecha, acto seguido tomó suavemente su cabeza para poder darle un beso grande en la frente, preámbulo para dejar salir en forma de palabras los sentimientos que aguardaban desde hace tiempo por ser liberados, porque la vida es corta, se dice tantas veces, ella lo tenía presente y por eso, no podía marcharse sintiendo que dejaba el capítulo inconcluso, terminando de manera errónea y permitiendo al gusano del tiempo, que cultivó una sincera amistad, desvanecerla sin dejar señal de su existencia: 

Ella quebró el silencio: -Me encantó coincidir contigo en esta vida, gracias inmensas por mostrarme que pase lo que pase, uno tiene que disfrutar el proceso, que hay permitirse la aventura, soltarse y no tomarse tan a pecho la vida, te recordaré siempre como mi maestro de la alegría, tú puedes recordarme como la chica triste a la que ayudaste a desprenderse de sus raíces de amargura para poder dejar crecerse unas de felicidad inmortal, ¿te parece?- Él respondió: No lo dudes, así lo haré, fue un gran placer, amiga- El placer fue todo mío amigo mio, te quiero- Te quiero también. 

Se desearon la mejor de la suertes ya no con palabras, sino con un fuerte e inquebrantable abrazo que sin duda quedaría en la memoria de ambos. Mientras ella se alejaba, él gritó: Jamás te lo dije, pero creo firmemente que las despedidas son atemporales, ¿quién sabe?, tal vez, pueda ser que volvamos a coincidir en otra vida- ella se detuvo un poco y sosteniendo la sonrisa en su rostro, respondió: ¡Sería de nuevo todo un magnífico placer, caballero!, pero por favor, asegúrate de estar tan zafado de la cabeza como en ésta- ¡Lo haré! respondió él y mientras la miraba marcharse; susurró para sí mismo: 
-Lo haré-.


Escribirse en la piel la frase más significativa de la existencia, 
dejarse en el cuerpo la huella de las propias creencias, 
los miedos, deseos y anhelos… 
que se exhiban en verso como homenaje por estar siendo. 
Un epitafio de vida.
Y a pesar de que el viento de este tiempo golpea más fuerte que nunca, me sostengo con uñas y voraz terquedad. Aún creo en lo improbable, en lo inimaginable, en lo que todavía no existe y en lo que jamás se ha dicho.

La vista no se me ha desviado y mis pensamientos no dejan de fabricar locura.

Estoy sujeta y hecha un lío, es verdad, otras veces ya lo he estado, el hecho ahora es esperar el momento adecuado para zafar los nudos y evitar que me alcance la cordura.

Libertad

La libertad es aquella pieza en mi existencia donde nacen mis deseos, se alimentan mis pensamientos y moldeo la realidad.

Me niego a habitar en la morada en donde se encierran los sueños y se acostumbra a colocar la palabra "absurdo", camino entre piedras del lugar ya mil veces recorrido, y las recojo para construir mi propia morada; que no huele a ningún aroma que pueda reconocerse y no se describe con palabras de este mundo.