La tarde estaba nublada y el clima demasiado frío como para tener una conversación vespertina caminando por la calle; por lo que decidieron entrar en el café de la esquina que María frecuentaba en sus tarde-noches de lectura, en las que sostenía largas y acaloradas conversaciones con Sartre y Baudelaire, Beauvoir o alguno de sus escritores de cabecera.
Tomaron la mesa que se encontraba más lejana a la puerta del local, ya que Pablo notó que ella tiritaba de frío y sus labios estaban más colorados que de costumbre, además de que como siempre, tenía las manos hechas un cubo de hielo, era una de sus características, tener las manos frías, y particularmente heladas en esa época del año.
Ya te digo- continúo ella con la conversación- Mi madre quiere que me case, que sea una mujer ejemplar dedicada a su profesión, que vista como ejecutiva, que forme un hogar y encuentre un buen hombre - Hizo un pausa para tomar un primer sorbo de café y con una expresión como esas que hace alguien a quien le revoloteaban muchas cuestiones en la cabeza y ha comprendido por fin algo importante, continuó:
Lo que ella no sabe es que esos nunca existieron, o si existen no he tenido la fortuna de toparme con alguno, sin agraviar al presente claro, hablo en cuestión de relaciones; pero ese no es el punto mi querido Pablo, tú lo sabes mejor que nadie:
No soy una mujer de costumbres, una mujer tradicional, y es que... una mujer no es todas las mujeres, no todas queremos permanecer en el molde.
Mi vestimenta favorita va de vestidos en su mayoría cortos y medias que a veces están rotas, por lo que es una constante mi encuentro con las miradas de pervertidos y con las de mujeres mayores que me lanzan la palabra "mujerzuela" entre ceja y ceja; eso me tiene sin cuidado, por supuesto; pero son los malditos prejuicios los que me hierven la sangre.
No me gusta usar tacones ¡los detesto!, me dicen:
"Que para verte bonita y presentable, que para dar la ilusión de ser más alta, qué para ser más atractiva al sexo masculino"... ¡A la mierda esas ideas sexistas!
Me gusta lucir linda pero no me gusta parecer una muñequita de pastel, raras veces me peino y ¡ah! añadamos que no sé cocinar.
No soy un ejemplo a seguir, ni la viva representación de la mujer de sociedad. Detesto las ideas moralistas, no tengo ni quiero una religión y mi finalidad última en la vida no es un matrimonio, si algo voy a conservar hasta el último de mis días es mi libertad. Enamorarme, claro que quiero, pero creo mucho en algo que leí por ahí: "el amor y el matrimonio son cosas distintas".
Soy lo contrario a la idea de una mujer de ensueño de todo hombre y lo último que permitiría es dejar que alguno me trate como una cosa de su propiedad; detesto cuando usan el término:
" Mi mujer"..."¡Mi mujeeer!"
como si la hubiesen comprado o hubiera sido un premio de lotería, odio todo eso y me exaspera que toda mi familia espere eso de mí, que "salga del capullo para convertirme en mariposa" como dice mi obeso tío Roque.
Pablo soltó una tremenda carcajada que hizo voltear a una pareja que estaba en la mesa de lado izquierdo, y al hombre mayor de la mesa de enfrente, que estaba muy entretenido en su lectura de periódico y que les lanzó una mirada de cascarrabias por haberlo distraído.
Diría que prácticamente es una carta de recomendación- contestó Pablo después de recuperar el aliento- quién no querría estar con una mujer inusual. Mírate, eres muy linda y precisamente tu personalidad de mujer atípica e independiente es lo que te hace ser tan atractiva.
Cuando nos conocimos yo me enamoré de todo eso, ya te lo había dicho. Sino fuera porque estoy terriblemente enamorado de Julia, hace mucho que tú y yo estaríamos juntos -Eres un idiota- replicó ella con una sonrisa- Supongo que tendré que lidiar con todo eso por siempre, ¡Qué fatiga, qué miseria!- Supones bien, mujer.
-Bueno, tal vez cuando llegue a la edad de cincuenta o sesenta considere un look distinto, creo que para ese entonces mi rebeldía no incluirá mostrar piel flácida y piernas con várices- Jajajaja, porqué no, no eres como todas las mujeres, ya lo dijiste - Si, pero ¡hombre!
¿que no sabes que los huesos a esa edad ya no son igual que a los 20´s?, además lo que se me arrugará será el cuerpo, no las ideas- Jajajaja, tienes razón... y estás loca- Lo sé, ¡y tú también!, por eso es que eres mi amigo y conversamos tan de pierna suelta como pocos, porque aunque digas que no, reconoces un poco de tu propia locura en mi- dijo María mientras se acomodaba al respaldo de la silla, y después de una milimétrica pausa, él respondía con su taza en la mano y una sonrisa que parecía concederle la razón: "Mmmm si, creo que, un poco tal vez, no te hagas muchas ilusiones".
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