Perdóname Mariana

En una pared de la estación del metro Hidalgo encontré escrito con aerosol el mensaje: "Perdóname Mariana", primero me dio risa pero después pensé en lo que aquella persona tuvo que haber pasado para dejarlo sin ser descubierta y que no lo pararan antes de terminar de escribir.

Imaginé en la escena a un hombre joven, que queriendo pasar por desapercibido entre los demás transeúntes se delata un poco por su agitación y otro tanto por su cabeza que mueve como si tuviera un tic nervioso, con los ojos bien abiertos, con la adrenalina agrandándole las pupilas y empapando sus manos de sudor; igual que la primera vez que vio a Mariana cruzando la calle Isabel la Católica y sintió que todo se detenía, hasta su cuerpo. 
Se aseguró de tener el campo libre de polis que pudieran echarle a perder un último recurso desesperado después de varios intentos por conseguir la respuesta que buscaba de esta mujer y que no lo dejaba estar en paz, como si Mariana fuera un cura que pudiera absolverlo de todos sus males con las palabras: "Si, te perdono", como si en ello estuviera su única salvación.
Esperó a que llegara el tren y justo cuando salió la multitud que inmediatamente se concentró en las escaleras, se escondió entre aquella marabunta y apretó la válvula de la botella tan rápido como pudo. Escribió como nunca antes lo había hecho, ni siquiera en los dictados de la primaria o cuando resolvía problemas de física en la preparatoria peleando por puntos extra con sus compañeros de clase.

Me vino a la mente la posibilidad de que muy a su pesar fue descubierto y detenido junto con toda la valentía e incertidumbre que le dejó haber puesto aquello en un lugar público, sin saber a ciencia cierta si Mariana vería el mensaje o si después de haberlo visto sabría que era la destinataria; se lo pudieron haber llevado así, con todo y su pesar por no tener el perdón de Mariana, con todo y su cobardía de no pedírselo de frente.

Pensé luego en Mariana, una muchacha alta de cabellos largos y negros que todos los días pasa por ahí apresurada por llegar al trabajo con un bolso grande de mano y sus tacones altos, en su desconcierto al ver el mensaje reconociendo de inmediato la letra y sabiendo que se trataba de ella; acto seguido continuando su camino con el momento de la ofensa fresco en su memoria. La imaginé después pasando día tras día por ahí sin poder evitar voltear la mirada hacia aquella declaración de: "la cagué enserio" y preguntándose cada vez si podía perdonarlo, si lo que hizo podía valer "borrón y cuenta nueva" aunque no olvido, porque todos esos días de andar cavilando y con el sueño ligero ya no podían pasarse por alto. La vi decidiendo un día que si y al otro que no podía, una que otra vez se decía que tal vez, que a lo mejor, por qué no. -Oye, Mariana ¿y si lo vuelve a hacer?, ¿y si en realidad nunca lo quiso hacer, si no fue su intención?- pensaba.

Pudo pasar que un viernes cualquiera, cuando Mariana salió más temprano del trabajo porque los pendientes se terminaron más rápido que de costumbre (un viernes que no cayó en quincena, claro), bajó las escaleras del metro Hidalgo para dirigirse al trasborde de la linea 2 y ahí junto al mensaje la esperaba el susodicho. Se acercaron tratando de no perderse de vista entre tanta gente y cuando estuvieron uno frente al otro dejando de lado el saludo, ella le dijo que no era una cosa fácil, que no podía sólo decirlo y ya, también tenía que sentirlo y para eso sentía que todavía le faltaba. En eso andaban cuando un vendedor de dulces que pasaba por ahí cargando su mercancía en un canasto, se disponía a subir las escaleras pero los escuchó y se detuvo un momento para decir: "ya perdónalo Mariana, se ve que de eso pide su limosna". Al muchacho le causó gracia esta muestra de apoyo pero ella permaneció seria pese a que él añadió: "¿ya ves?, ¡hazle caso!"

Aquí después, no pude menos que pensar en dos escenarios posibles: 

En el primer escenario, la vi a ella abordando el tren evitando mirarlo y a él subiendo las escaleras hacia la linea 3, tenía un semblante de haberse dado cuenta de que a partir de ahí ya no se podía hacer más: se habían dicho todo lo que se tenían que decir y en todas las maneras posibles, lo siguiente era seguir, fuese lo que fuese que eso significaba. 
Lo imprevisible vino cuando al día siguiente otra mujer, también llamada Mariana pasó por ahí y vio aquél mensaje, conmovida sacó de su bolso un marcador negro y con las letras más grandes que pudo hacer escribió abajo en respuesta: "Estás perdonado", no había duda para ella que el mensaje le era dirigido puesto que la persona que buscaba su perdón sabía que ella pasaba por ahí a diario. Esa misma tarde el susodicho de la Mariana inicial vio aquella respuesta de la que no tenía ninguna duda había sido escrita por su Mariana o por lo menos eso quiso creer, se puso tan contento que salió del metro para buscar un lugar donde pudiera comprar una docena de rosas rojas y regresar a esperarla, faltaban 2 horas para que ella pasara por ahí de regreso a su casa. 
El muchacho esperó largo rato pero ella no aparecía, conforme pasaba el tiempo se desesperaba más pero después logró entretenerse pensando en las razones de su tardanza y llegando a dos conclusiones que le parecieron las más probables: "Seguro no fue a trabajar y me está esperando en su casa o a lo mejor tuvo que tomar otra ruta", pasadas 3 horas y cuando estaba a punto de irse apareció la Mariana que había contestado su mensaje, ella regresó porque pensó que ahí la estaría esperando la persona que según creía le había pedido su perdón. 
Y ahí estaban, uno de cada lado de la pared donde se encontraba lo que ellos mismos habían escrito y parecía que custodiaban, él con su ramo de flores y ella mirando muy atenta cada tren que llegaba para lograr ver pasar a la persona en cuestión; a ratos intercambiaban miradas y consultaban el reloj con insistencia.
Por curiosidad y al ver su desesperación, ella se le acercó un poco para preguntarle: "¿también esperas a alguien?- con una sonrisa de millón de dólares, él le dijo: "si, a la persona que contestó este mensaje", ella lo miró asombrada y como si forzara a las palabras a salir de su boca, le replicó: "yo fui quien respondió este mensaje"- la sonrisa del muchacho desapareció en un santiamén, estaba visiblemente confundido. 
Después de un largo rato de hablar y tratar de explicarse supieron a ciencia cierta cómo había surgido tal lío, decidieron que ya que ninguna de las personas que esperaban iba a llegar, sería bueno ir un rato más a conversar, contarse a detalle sus respectivas historias y por qué no, de paso conocerse. Así fue como otra Mariana llegó a la vida del muchacho. Dicen que a veces lo que mucho duele termina por curarse... y a veces no, quién sabe.

Como segundo escenario imaginé que los dos, la Mariana inicial y el muchacho, salieron juntos del metro, caminaron un rato callados pero muy cerca uno del otro hasta que llegaron a una heladería de cuyos barquillos Mariana es fan, compraron 2 barquillos grandes de vainilla y siguieron su camino sin rumbo fijo conversando por largo rato. ¡Pero vaya usted a saber si el hombre fue perdonado!, puede imaginárselo si quiere, yo ahí no me meto porque eso es cosa que no nos incumbe ni a usted ni a mi; después de todo tomar un helado juntos no los comprometía a nada más que a una buena charla, espero que esté de acuerdo conmigo en ello o contradígame si no, está en todo su derecho, amable lector.

Lo que si es que Mariana había conseguido sacar de sus límites a una persona e impulsarlo a hacer un acto que si alguien le hubiese advertido al muchacho que haría, jamás hubiera dado crédito, ¿podría eso llamarse amor?
A fin de cuentas, yo supongo que lo que él quería era pasar por ese mismo lugar después de un tiempo y de la mano de Mariana, como seguramente ocurría antes de haber hecho lo que la ofendió. Logró también y para acabar pronto, que estas lineas se escribieran tratando de descifrar el porqué se le pedía perdón a Mariana, todo esto fue por ella.

La semana siguiente después de hallar el mensaje pasé por el mismo lugar pero resulta que ya lo habían borrado, pese a ello no deja de parecerme curioso el hecho de haberlo visto por casualidad, sobre todo porque yo sabía de mensajes de perdón escritos en otros espacios pero buscar el perdón de Mariana en el metro tenía ahora, total sentido.

Nosotros

Nosotros, los que caminamos entre piedra y lodo,
los condenados a no ser más que una linea de polvo
trazada de olvido que resurge con furia de entre las cenizas
Aves compañeras que cruzan calles y avenidas, tiempo y espacio.

Rebelarse es encontrarse con las miradas que pretenden 
congelar el tiempo para esquivar la última parada del tren,
quedarse eternamente ante todos los labios y todos los ojos,
ante las voces a las que hay que responder cuando llamen,
cuando cientos de bocas se queden mudas. 

Lo que ves en las calles es el dolor en todas sus formas, 
el horror silencioso del que grita sin cansancio hasta retumbar 
y sangrar los oídos del opresor,
hasta anidar el clamor por las almas acorraladas y despertar 
con las manos unidas a otras, todas bañadas en sed de justicia. 

Caminamos para hallar otro posible amanecer, 
un ardor de piel y un retrato de la esperanza
que emanen de una llaga que no es posible cerrar.

Esos somos, los que nunca más estarán vacíos,
hijos que brotan de una tierra fértil, 
hermanos que aprendieron a ser fuego, 
los de venas abiertas donde la sangre derramada 
nos manchó de una resistencia que morirá 
cuando el último de nosotros se haya ido. 



Anhelo

Yo soy de gente, soy rostros,
soy muchos y uno.
Yo no quisiera ser monotonía, prisa o estrés.
Yo soy citadino y extranjero, toco encuentros, conversaciones y miradas.

Yo no quisiera sentir lejanía, oler a silencio y apatía.
Quiero ser todos los días palabra e imagen, escuchar cuerpos, tocar idiomas y dialectos… 
oler a lo diverso.

Yo no quisiera mirar monotonía, uniformidad… violencia.
Yo soy de respirar libertad y deseos.
No quisiera palpar represión, censura y olvido.

Yo estoy hecha de sueños y pasiones, toco alegrías, rabias y nostalgias.
Yo no quisiera oler a indiferencia, a cobardía, a renuncia.

Yo soy de donde brota la voz, la lucha, la rebeldía y el cinismo.
No quisiera tocar el miedo y la conformidad, no quiero que mi mirada se resigne.

Soy un cuerpo: soy joven y anciano, soy hombre, soy mujer, soy pueblo.
Yo soy todo lo que miro, pronuncio y lucho… Soy aquello que deja rastro de perpetuidad…
Yo soy gente, soy acción, soy deseo…soy lucha.

*Algo que escribí el año pasado en un taller de poesía y que hoy recordé mucho, lo publico de nuevo porque quiero dar vigencia a estas palabras, hoy más que nunca.
He hecho muchos intentos por escribir en estos días, pero con todo lo que está pasando no puedo hacerlo, me bloquea la cosa de sentarme aquí e intentar escribir de otras situaciones cuando la de aquí es cruda, ahora mismo una de las cosas que dan vuelta en mi cabeza a diario es el pensar en la forma en la que todo esto nos está marcando; por eso espero que nos quede una cicatriz que siempre nos haga recordar que una vez ya no aguantamos más el dolor y por fin gritamos y aprendimos a dejar de fingir que aquí no pasa nada. Me entristece muchísimo vivir en un lugar tan bello como este pero tan acechado por la corrupción, el deseo de control y poder, hemos sido blanco fácil de tiranos gobernantes no sólo ahora sino desde siempre y eso horroriza en todas las maneras posibles.

Leía hace un par de días al escritor Óscar de la Borbolla, que dice que resulta extraño que uno vea el movimiento tan gigantesco que se ha hecho en internet acerca de esto y a la vez salir a la calle y ver que todo es diferente: las personas salen a caminar, al cine, a hacer sus actividades cotidianas y esto se siente como si se estuviera viviendo entre dos realidades distintas. Comparto totalmente ese sentimiento, es bastante paradójico pero como también lo señala, esta dualidad viene de los millones de personas que habitamos este país, es decir nos construimos en fragmentos, algunos están en el ritmo de las protestas y otros siguen con su día a día. Sería bueno que ambas realidades siguieran andando hasta chocar una con la otra para darse cuenta de que una pertenece a la otra y viceversa

Un deseo personal sería que todo empatara, que esta realidad que lo virtual muestra se regara por todos los rincones del país, aunque supongo que aún hay mucho miedo, resignación y falta de información, además nos falta hambre de preguntas y respuestas que puedan desencadenar la conciencia sobre dónde estamos parados y por qué, hambre que se llena tristemente con mediocre y banal información. Personas que no están familiarizadas con las tecnologías sólo tienen a su alcance los datos procedentes de los medios televisivos y radiofónicos, pero como lo comentaba la última ocasión, la información proveniente de ahí es en su mayoría sesgada y tergiversada. Pese a ello es bastante alentador ver que nos han escuchado en tantos países alrededor del mundo y que se han solidarizado con nosotros haciéndonos eco y exigiendo no sólo la presentación con vida de los 43 normalistas sino el alto a toda la corrupción e impunidad que nos asfixian, porque además de estas desapariciones están las de millones y millones de personas más, y es atroz que después de una búsqueda incesante de los familiares y la esperanza de hallarles con bien terminen por toparse sólo con restos o nunca sabiendo qué fue de ellos. No deberíamos aguantar que cada día alguien desaparezca o muera, no debería pasar.

Desde esta o cualquier trinchera se reconoce que una persona que practica o se prepara para practicar la docencia es un sembrador de conciencia, una persona que invita a cuestionar la realidad y a desfragmentarla para poder entenderla y además transformarla; ese es el gran peligro de un Estado represor y un sistema que quiere que los pasos del pueblo siempre estén en donde ellos ponen las marcas, deseando absorber los deseos de ir por donde el camino no está trazado y arrebatando la oportunidad de plantar una semilla natural en vez de una artificial. 

El profesor De la Borbolla también compartió el enlace a este artículo para poder considerarlo y reflexionar acerca de lo que podemos hacer frente a la violencia que nos embarga y me permito compartirlo también porque me parece que no tiene desperdicio y debiera ser leído por muchas personas. 
Este puede ser un discurso repetitivo pero me parece que hoy más que nunca debemos estar muy unidos y no darnos por vencidos, no dudar de que podemos hacer retroceder a los tiranos y empezar a armar otro país, el México en el que siempre hemos querido vivir y no el que ellos han fabricado por años. 







Lo que no pertenece a un vocabulario

Si entendiera qué coño quieres decir, entendería qué coño escribes, 
me dije mientras escribía esto. 
Y de pronto me di cuenta de que mi vocabulario era pobre;
las palabras que conocía, ninguna podía expresar lo que quería decirte.
Después pensé que tal vez todas las palabras que existen son pocas, 
que ningún vocabulario puede afirmarse completo 
porque las cosas que pasan no pueden pertenecer a un decreto, 
sería como hacer frente al espejismo de un campo verde cercado
y fantasear con poder entrar allí. 

Actos y sentimientos, algunas cosas que pasan con los días: 

la manera de nombrarles es una manera de tratar de acercarse  
pero no una manera de saber que suceden. 
Yo podría saber que existe el amor porque está escrito en el diccionario, 
pero ¿cómo asegurarlo si no sé si lo he visto? 
Allí es donde entras tú, donde todo lo que puedo llegar a nombrar como amor 
está escrito en tu cuerpo y en las horas que evocas la palabra en tus lunares, 
en esa mirada que detiene al tiempo y tu boca que exime todos mis males.

Es entonces que afirmo que todo aquello sucede, como suceden tu piel, tus ojos y labios:

porque no son del orden de un vocabulario tus párpados al dormir, 
no pertenecen a un vocabulario tus cejas pobladas o tus manos cuando abrazan, 
tus gestos de placer no son de un vocabulario. 

Lo que no pertenece a mi vocabulario no tengo porqué hacerlo pertenecer 

puesto que es libre y no debiera ser enjaulado, 
esos actos son un pájaro que viene a mi por sí solo y vuela siempre en libertad.
Y llegado este punto sé por fin que lo que quiero decir es que sino nombro y escribo 
todo aquello, no es porque haya pasado por alto su existencia, 
es que todas esas cosas merecen conjugarse en tu cuerpo antes que 
tener un nombre y ponerse a retozar aquí o en cualquier rincón de alguna hoja.




Si habría que decirlo...

Para mi padre.

Escribo para que vengas porque es la única forma que conozco de llamarte,

escribo porque me cansan las palabras y me arden los labios,
lo hago para evitar que las miserias del día se vayan y permanezcan juntas.

No escribo para mí, escribo para otros 

y si escribo para otros, escribo entonces para mí,
escribo para no olvidar que hay cosas olvidadas 
y no extraviar las cosas que me duelen,
porque a veces ya no sé ni lo que hago ni porqué lo hago 
y es por eso que también escribo.

Escribo porque estoy perdida y no encuentro alguna puerta abierta, 

porque no sólo lo estoy yo y necesita ser dicho,
lo hago porque la lluvia es un acto que aborda dos sentidos: a mi y a la calle, 
y la lluvia empapa la calle, y a mi me empapa la calle con toda su lluvia.
Escribo porque los poemas son un remedio y una enfermedad, porque pertenecen a la angustia, al dolor y al amor... ¿o será que todo ello pertenece a los poemas?

Escribo porque hay formas de estar callada y hay otras para nombrarte, 
yo quise poner todo en un sitio para que te lo lleves intacto, 
como recién salido de este puño,
y entonces no haya que decir lo que no debe decirse, 
y entonces no dudes que se trata de ti.

Somos Ayotzinapa

Esta es una pausa a las publicaciones ya acostumbradas para hacer la presente a modo de protesta manifestando el hartazgo hacia la impunidad y la barbarie que se vive en este momento en mi país. No soy periodista, no formo parte de alguna institución o soy líder de opinión, pero tengo este espacio y además soy mexicana; por ello y porque me siento indignada y cansada de tanta masacre, me permito dirigir unas palabras a todas las personas que amablemente se detienen a leer este espacio aprovechando que en su mayoría son también mexicanos. 

Estamos pasando por momentos muy difíciles, momentos de represión, de muertes y desapariciones en varias partes del país, donde a los poderosos nos les preocupa atentar contra el pueblo con tal de seguir manteniéndose en el lugar que ocupan, y por poderosos entiéndase a los que gobiernan este país, a las redes de corrupción, los que "mueven los hilos", etc. Ellos quieren que nada ni nadie venga a alterarles el orden para poder seguir sacando el provecho posible de nuestras riquezas naturales y de las fuerzas de trabajo de este país; desean convertirnos en mano de obra barata, dejarnos sin oportunidades de trabajo y estudio, no quieren que haya sujetos críticos, no quieren que protestemos ni que pensemos por nosotros mismos, que alcemos la voz ante las injusticias y la violencia que a diario se vive y se respira aquí. Y no hablo sin sustento, vayámonos a las cifras, busquemos la información pertinente que nos habla de la pobreza (tanto en las zonas rurales como en las urbanas), del número de personas que actualmente no estudian y no trabajan o que tienen empleos mal pagados, a las de los muertos y los desaparecidos, al número de fosas clandestinas que se han encontrado y se siguen encontrando, a las de los feminicidios que no cesan. ¿Qué está pasando? ¿Qué clase de monstruosidad es esta? 

La respuesta que encuentro es la del poder, la del neoliberalismo; por ello es desgraciadamente un reflejo que se asoma en los espejos de muchos otros países, pero no sé qué tanto estoy errando al decir que no podemos seguir viviendo así, haciendo como que esta no es una situación alarmante y que además estas cosas no nos hagan querer hacer algo. 

Es cansado que sólo sigan hablando, que los gobernantes y autoridades sólo discursen pero que en realidad nunca pase nada, que nos sigan llenando con sus reformas y sus discursos, que quieran apaciguarnos con sus palabras pero que nunca haya hechos, que no haya culpables y quieran enterrar todo junto con el tiempo esperando que los olvidemos y que ya nadie diga nada.


Es aterradora la manera en que se atenta contra el pueblo, disparar a matar como fieras, como animales llenos de rabia y sin razón alguna. Lo que pasó en Ayotzinapa o lo que pasó en Tlatlaya tiene que ser asunto de todos porque todos vivimos en este país y no podemos ser indiferentes ante la tragedia del otro porque entonces esta dictadura, este sembradío de masacres se sigue perpetuando. Paremos de verlos como casos aislados y que no nos involucran, dejemos de pensar: "pobres de los normalistas y sus familias, ¿pero uno qué puede hacer?" 

A mi manera particular de ver las cosas sería mucho, hay mucho por hacer: alzar la voz por ellos que ahora no pueden hacerlo, no conformarse con lo que nos dicen en la televisión o en la radio y querer siempre saber más para que tengamos un panorama real de la situación.

Dejemos de pensar que las marchas no resuelven nada, de enojarnos porque la vialidad se ve afectada y con ello nuestras actividades cotidianas, sin duda alguna es importante ir por el sustento familiar a diario, estoy sumamente de acuerdo, pero ¿no es más importante que podamos tenerlo no sólo en esta quincena sino siempre y sin temor de que un día cualquiera atenten también contra nuestra vida?


Hay que informarnos, pero informarnos más allá de los medios oficiales, de la información mediática. ¿Alguna vez te has preguntado si los noticieros pertenecientes a las televisoras como Televisa y TV Azteca presentan todos los hechos como son, nos muestran todos los ángulos posibles de la información de manera imparcial y dando voz a todas las partes? 

La realidad de las cosas es que nos presentan lo que nos quieren presentar, lo que conviene que la población sepa para que no se levante, para que no proteste y sigamos pensando que todo está bien y que lo que dicen es la verdad; para que reine la idea de que el gobierno lo tiene todo bajo control y no hay de qué preocuparse; para que sigamos viendo la televisión y no salgamos a la calle a alzar la voz, a exigirles nuestros derechos como ciudadanos, a exigirles que regresen a los desaparecidos. 

No todo lo que sale en televisión es verdad ni es la palabra absoluta, por eso la invitación es a romper con esta información sesgada y buscar informarse acerca de lo que en verdad está pasando en otras fuentes para que podamos hacernos un criterio amplio de ello y no nos sigan engañando con la tergiversación de los hechos. Esta es también una invitación a unirse a todos los movimientos que vayan surgiendo en estos días en cada uno de nuestros estados, a solidarizarse con las acciones y empezar a participar. Nada de lo que hagamos a partir de ahora puede ser visto como poco.

Comparto los enlaces de los noticieros por los cuales su servidora se informa diariamente de los hechos que van ocurriendo y si gustan compartir cualquier otra información con mucho gusto es bien recibida.


Muchas gracias por leer.


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La tierra de los hombres circuito

“Oh señores del Orden, respetables Señores
han tomado mis ojos como rehenes pero aún veo.”
— Fragmento de Amanece en el mundo, Juan Bañuelos


























Hubo una vez un lugar poblado de hombres y mujeres circuito que andaban siempre a la prisa de todo, pendientes del pasar del tiempo. El reloj les dictaba lo que debían hacer y a qué velocidad, y es que en algún punto se habían olvidado que alguna vez se cuestionaron sobre lo que era el tiempo. 

Sus empleos les atribuían características como eficiente y competitivo, particularidades que les aseguraban un puesto en aquellos lugares donde todos deseaban trabajar, se cuenta que desconocían la procedencia de estas palabras o en qué momento aparecieron, bastaba con que ellos supieran cómo serlo. Algunos hasta soñaban con gerencias, jamás con cosas que de verdad deseaban hacer.

Los hombres y mujeres circuito siempre tenían actividades por realizar, tareas que nunca acababan y que los mantenían llenos de papeles, se sentaban detrás de escritorios que parecían más pequeños de lo que en realidad eran -No podemos detenernos- decían- si lo hacemos un negocio quebrará, una pérdida monetaria no es nada fácil de reparar-.  Sus días eran itinerarios prescritos, por lo que bastaba con su consulta para que estuvieran hechos. 

En los días de lluvia los hombres circuito rehusaban mojarse, cubrían sus cuerpos con ostentosas ropas que terminaban por cubrir toda su persona, y de esa forma quedaban uniformados. Siempre llevaban un semblante serio, creían que reír los hacía poco convincentes, seres a los que no se les podía tomar por confiables, cuidaban ante todo sus relaciones de negocios- el tiempo libre ya vendrá, hay mucho por delante- pensaban. ¡Quién fuera un señor circuito para estar seguro de mucha vida tener!

Los hombres circuito eran a su pesar hombres tristes, pero no estaban llenos de una tristeza que los hacía existir, era una tristeza que los ocultaba y adornaba; como las ropas que les vestían el cuerpo; si alguna vez el sentimiento se les desgastaba, lo reemplazaban con la compra de algún otro que pudieran lucir de nuevo. 

La vida de los hombres tristes era tener y reemplazar, querían todas las cosas que consideraban indispensables para no perderse del orden que conocían, para asegurarse la comodidad; sin embargo nunca conservaban nada, no concebían esa idea porque no sabían cómo hacerlo. Su vida entera era desechable.

Sé que no digo nada nuevo, tal vez muchos ya hayan escuchado sobre ellos, lo que les parecerá asombroso es saber que estos hombres aún existen y se han propagado por todo el planeta, es fácil reconocerles cuando se les ve; lo complicado es saber cuando uno se pierde entre ellos, cuando sin pensarlo se entra en la corriente y de pronto uno ya es un hombre circuito. La tierra de los hombres circuito, sépanlo ustedes, no está en algún sitio en particular ni sólo son circuito unos pocos hombres: el mundo entero puede ser en este momento un lugar sin rincones vacíos, una tierra repleta de hombres y mujeres de lineal existencia.

La importancia de llevar los zapatos limpios

¿Por qué los señores que van donde el bolero leen el periódico del día mientras les lustran los zapatos? Me he puesto a pensar que es como la parte de una cadena que no debe romperse para que las calles sigan llenas de los rastros de la gente que pasa. Además, ¿qué harían los señores sino saben a dónde van?, si desconocen el camino que enfrentan con su calzado limpio. 

Son los mismos boleros quienes ofrecen el diario para que la persona sentada en el banquillo se entretenga y haga relucir la paciencia mientras el bolero hace lo mismo con sus zapatos. 
El señor o señorita, espera a que su calzado quede limpio para que corresponda con el resto de su atuendo y así dirigirse, generalmente, a su lugar de trabajo; sitio en donde la mayoría lleva los zapatos en las mismas condiciones y uno puede ponerse a pensar en el número de noticias que se han leído ese día.

Tener limpios los zapatos tal vez sea el único brillo que en realidad pueda percibirse cuando las personas en la ciudad estamos tan habituadas al deber de caminar por las calles sin detenernos a pensar sobre el hecho de qué tan indispensable es seguir la misma vía todos los días: 
Pasar por las mismas calles, llegar a las mismas esquinas e ir con el bolero; en donde al leer el periódico nos enteramos de que ayer una persona murió intentando cruzar la misma avenida por la que cruzamos, o de la marcha en protesta por los anémicos salarios que el fin de semana también pasó por ahí. 

Me refiero a que si esas cosas han dejado de decirnos algo, somos igual al asfalto o a la linea amarilla que adorna la orilla de la banqueta; puestos ahí como si alguien hubiese venido a pintarnos para ser parte del conjunto de una calle. A estas alturas, la frase "Ponerse en los zapatos del otro" se ha convertido en una leyenda urbana.

Con todo, uno se pregunta: ¿Qué importancia tiene que los zapatos estén limpios si el camino por el que pasamos los ensuciará de nuevo?

Quizá la importancia de salir de casa con los zapatos limpios o lustrarlos donde el bolero, radica, más que en estar presentables, en el hecho de que es la misma suciedad que contraen la que nos recuerda el camino por el que anduvimos a lo largo del día, y a partir de ello, hacer posible que brote la inquietud de si sería bueno continuar haciendo la misma ruta o buscar una alterna, inclusive preguntarse si aún nos gusta llegar al lugar al que nos dirigimos o si estamos dejando que nos muela a palos la costumbre llevando a cabo un ritual sin sentido.

Esto claro, sólo puede pasar si la curiosidad nos mueve lo suficiente como para querer averiguar de qué manera terminarían los zapatos si anduviéramos por otros lados. 

Alguna vez no tuve un techo, luego después un hombre me mostró que se podía hacer un refugio en las letras. Intenté construirlo y lo he estado haciendo desde entonces, pienso que tardaré toda la vida en terminarlo pero bien lo vale si como resultado habrá un lugar en el mundo en donde pueda descansar mis restos, un lugar que llame mi hogar.

Feliz cumpleaños a ese hombre que no sólo ha sido mi maestro, sino el de miles de cronopios. 
¡Felicidades Julio Florencio Cortázar! 

Una sombra

Andas aquí, tú y tu silenciosa e invisible presencia andan aquí rondando la casa todos los días, te haces presente como para asegurarte de que no te haya olvidado. Pero no te quedas ni te vas.
Qué puedo hacer yo, dime, qué puedo hacer si ese tipo de martirios sólo son realizados por profesionales como tú. 
No me gusta adivinar tu sombra porque incluso estás en tu propia ausencia; y andas aquí haciendo hablar al vacío que es un jardín blanco y negro que contigo reverdece. Tu voz y tu cuerpo, tus pasos en la escalera.

Creíste que sería distinto, que podíamos andar tomados de la mano esquivando al tiempo para que no nos hiciera más extraños de lo que ya éramos; pero todo envejece y se vuelve opaco, incluso las promesas y esa convicción, todo es un eco roto. Te has vuelto un fantasma, una compañía silenciosa a la que sólo puedo invocar y eso pesa, pesa porque no te disuelves ni vienes, no apareces ni te marchas; eres una sombra pegada a la oscuridad de este espacio que se hace visible a la luz de su propio recuerdo. 





Lucero

Tan curiosa eres, niña cometa, 
que te haces la casa de pendientes invisibles, 
en un arroyo de incógnitas muertas, 
en un sendero de puertas abiertas. 

Tientas a oscuras la promesa de tierras ardientes, 

te vas sin timón y sin vela esperando hallar y ver y tocar cosas vivas en mesetas e islas desnudas,
reunirte con tus propias preguntas, 
con tus propias respuestas y penumbras.

Tan errante eres, niña, 

tan llena de polvo y luces de noche,
te dicen que no y te explota la cabeza, 
te dicen que tienes ésta y otra forma, 
pero al final quiénes son para creer que han visto tus piezas, ellos miran pero están invadidos de verdades, 
verdades pocas, verdades a medias, 
verdades que no alcanzan, 
que sólo son fracción, 
porque niña, no existe en ello tal condición.

Te abres las venas y se derraman las mieles 
de las que sorbes a chorros, 
cubres la herida para días venideros de póstumos homenajes.
Tan pálida, tan llena de promesas e insaciedad, 
tan dispuesta a ser veleta y a descubrir arenas 
que nunca han padecido una huella.

Has aprendido a identificar la falacia, 

lo que no se sumerge por miedo a hundirse. 
Has percibido las ganas que tienen de meterte 
en una caja y convertirte en archivo, 
te caes de rodillas y te salen ampollas en los dedos, 
tus ojos están apagados, un tanto marchitos;
ya no conoces otro refugio pero buscas,
buscas porque eres sin frenos aunque abusas de las pausas, 
porque dejas tus rastros aunque después se disipen, 
eres infecta y poco correcta, 
eres etérea, niña cometa. 

Y todo esto lo digo para que no olvides el viaje ni la trayectoria, todo lo digo como un ruego, 

con la esperanza de que jamás desvanezcas. 
Fíjese bien, aquí no hay más que restos y ruinas,
una niña escondida en la maleza,
una mujer asustada del mundo y de sí misma.
Nos llenamos de ruidos que parecen infinitos, 
de los pasos que nunca llegan.
¿Ya vio? esta época del año tiende a regalarnos 
tan apenado paisaje, 
escuchamos el crujir de las ramas desnudas, 
el viento gimiendo en otros lenguajes.

Hay un par de maletas que llevan años sin ser desempacadas.

Desearía hacerle pasar pero no es bueno que vea el desastre que ha anidado, 
el viejo pájaro en el que se ha convertido.
Desearía que pasara pero las piezas de porcelana en el suelo pueden causarle nostalgia,
sobre todo los textos, los textos por doquier como campo minado.

Todo aquí es como un poema roto que se ha vuelto a armar pero ya no es el mismo,

otros versos, otras palabras, otras llamas lo sacuden.

Mire bien, que los ojos no le engañen,

aquí no hay nada que le haga sentir que pertenece,
el río nunca brota en un desierto.
Siga caminando cuanto pueda,
no se quede, ¿ya se fijó bien?,
siga buscando.
Amarte es como esperar a que la lluvia venga, 
como ir a un pueblo desierto y esperar por un poblador,
es la búsqueda de lo que nadie busca pero que alguien un día halló.
Amarte es esperar a que mi platillo favorito se sirva en todos los merenderos de la ciudad, es como reír en un lugar lleno de tipos serios; 
porque puede que vengas aunque no te llame y puede que llueva aunque no haya nubes, es decir, pasa.

Amarte es como esperar que también lo hagas y me ames, esperar porque es impreciso y deseable, aunque no lo hagas.
Amarte es porque la lluvia ya está aquí, porque cayó en tierra seca. Amarte es como olvidar la palabra probabilidad y reconocer sólo la improbabilidad, es como el camino que recorreré mañana,
incierto y fértil.




Texto inspirado por la canción "Rainman" de Erlend Øye

Fachada

Ésta es mi casa vista desde fuera
paredes sucias y pálidas manchadas de tiempo
éstas las hojas de los árboles que riegan la acera,
mecidas de viento y cubiertas de sol 
éstas las grietas que brotan de las paredes
paredes rompecabezas, llenas de instantes y murmullos 
éstas las marcas y rasguños de la puerta, 
la puerta que alberga un baúl de llamados.

Éstas son las ventanas que poco se abren

y los remaches en las cortinas que la adornan, 
desgastadas, visiblemente opacas.

Ésta es la acera cubierta de pasos

los pasos de extraños y los pasos míos
Éste es el buzón de las cartas que no llegan
ésta la fachada vaciada de tiempo y memoria
Ésta es la habitante y la que visita
Ésta mi casa vista desde fuera
erguida en la calle que hace de verso.


Mi muerte

Que no me arrimen 60 relatos de cómo vivir y salir airosa
mucho menos se me pronostique y recete.
Las posibilidades de vivir para un optimista 
son de ciento por mil
las de un pesimista están acabadas 
en el momento preciso de su nacimiento.
La muerte no me obliga a dejar este mundo
antes bien me reparte y rebautiza, me repatria.
Abandono el camino por la necesidad de inventar otro 
por eso si muero hoy, resucito mañana.

Mi muerte como quebranto

Mi muerte como agonía
Mi muerte como sinergia en un aparador de departamental.
Mi muerte sea todos los días enseguida a mi nacimiento
Mi muerte embarrada en el lodo y moldeando a la hija del barro.

No resucitaré al tercer día, 

apenas si por pedazos en el resto del tiempo,
de mi entierro, no vale la pena hablar.

La mujer con el orificio en su centro

A Ingrid

Ella tenía un huequito en medio del pecho que iba haciéndose orificio de tremendas dimensiones. Como cuando la punta de un lápiz pasa por la goma de borrar, la perfora y la convierte, la deja siendo una goma diferente a la inicial.

Al principio no había opción, pánico y terror le apretaban las costillas al sentirlo agrandarse, haciéndose más hondo y perforando las capas, ahondando en los cortes y en los lugares que ni ella misma se sabía. A veces el hueco le impedía recordar que tenía órganos vitales, sentía que era la única vía por la cual podía respirar.

Le era ya natural sentir resquebrajarse en plena calle a medio día o mientras digería la cena y estaba a punto de dormir; era un dolor intenso o un cosquilleo que la hacía reír no sólo por el resto del día sino de la semana entera. 
Había días en que olvidaba que estaba ahí 
¡vaya utilidad la de las ropas!, además de vestir tienen la facultad de ocultar.

Se mantenía como si nada, haciendo lo que tenía que hacer, caminando despreocupada o con la mente en otras contingencias de lo habitual; y era entonces, sólo entonces que empezaban los síntomas, su predecible pálpito. Parecía que de esa forma el hueco despertaba y comenzaba a funcionar, en cuanto ella lo olvidaba, el mecanismo se activaba y empezaba a agrandar.

¡Pobre chiquilla!, un hueco fue a heredar. Le había venido de familia, sus antecesoras habían nacido con uno exactamente a la mitad del pecho: ni más a la izquierda ni más a la derecha, ni más abajo o más arriba, eran las proporciones las que se mantenían, lo que variaba era la profundidad; eso dependía de la mujer que lo tenía y su particularidad.

Un día en donde nada particular pasaba, le dieron ganas de viajar, irse a otro lugar y probar nuevos aires para averiguar si el estado actual de su pecho podía cambiar. Así fue como escapó al mar, no había nada más que podía desear que estar allá, contemplando las olas y su indomable inmensidad.

Recostada en la arena vio a un hombre pasar, paseaba por la orilla de la playa llevando un carrito con montones de cosas raras de las que a simple vista no se adivinaba la utilidad. Entre todas ellas distinguió una cocha de mar, no sabía por qué pero llamó su atención; la cogió y la miró fijamente por un buen rato, algo había en ella que le causaba arrebato. 
Se la colocó en la oreja izquierda y lo impredecible comenzó a pasar: 
Su hueco se llenó de la misma materia de la cual está hecha el mar, y ella sintió como una parte perdida regresaba a su lugar.

Se dio cuenta, no había que ocultarlo, sólo había que llenarlo. El mar le pintaba el hueco, el hueco se llenaba con mar.
Halló su lugar, el orificio la había llevado. Había encontrado su hogar y por eso, ahí, el resto de los días decidió habitar.



Punto de reunión

Un hombre bello subiendo a un taxi,
una mujer bella cruzando la calle.
Él es bello porque va con la mirada distraída y desorientada, ella lo es porque está buscando, mira de un lado a otro, carga un revista que parece contener una dirección.

Él también busca una dirección, paró un taxi y preguntó al conductor por la ventanilla. Lo llevará, si lo llevará; ya ha subido pero se dirige de lado contrario al de la mujer.

Se cruzaron por un momento, pasaron por la misma acera a la misma hora. Los dos buscan un lugar en la ciudad, alguno en el que jamás han estado, lo sé porque buscan. Pareciera que era el punto de reunión para ambos, ese día y en esa calle con sus desconciertos.
Y pensé entonces, que la forma más bella de un hombre y de una mujer es cuando no saben, y siendo que ignoran, buscan y se encuentran, aunque no se dirijan al mismo lugar.





Juan Rulfo fue un escritor originario de mi país, autor de "El Llano en Llamas" y la novela "Pedro Páramo". Leerlo es hacer vívidas las imágenes en la memoria de la historia de un México que el tiempo y la modernidad han desdibujado: El de los años de los abuelos y los bisabuelos, el de los tiempos revolucionarios, la vida rural y su incesante lucha por la libertad, sus raíces, tierras y credos; esas realidades que transcurrieron (y transcurren) bajo la pobreza, en la encomienda a Dios y a lo que pudiera traerles de esperanzador en el día a día.

Si estos escenarios, los paisajes rurales y las historias no se conocen, no son familiares para quien las lee, se recrean sin ninguna dificultad en la imaginación a través de cada historia de Rulfo. Porque además, aunque él habla de la historia de un pueblo, bien pudiera reflejarse la historia de varios, en particular, la de los latinoamericanos. La invitación a reconstruir la memoria a través de la excelente narrativa es lo que más me gusta en este escritor, no es posible leer alguna de las historias sin estar recreando la escena descrita en la mente, sin ser parte de la misma. 

Para que sea posible seguir aquí

Para seguir, para seguir viviendo,
tomar pues algo que da de comer pero que no alimenta.
No, no lo tomo, me toma.
El discurso existió antes de mí,
se libera como eco y no sé pronunciarlo,
un sabor amargo incendia las verdades 
que se proclaman únicas.

Para seguir, dicen,

tomar el tren que te lleva a la estación que no elijes, 
¡abordalo! 
Pero en vez de eso paso de largo,
veces pensando en entregarme, 
otras tantas sólo esperando por mí,
abro los ojos para verme pasar. 

Para seguir, para seguir andando,

mirar los letreros que te traen con mentiras,
vivir de lo que sirve, dicen.

Estas calles no se detienen,

se arman porque deben armarse, 
porque pueden hacerlo, 
más ¿por qué lo hacen?, 
¿por qué no dibujo mi camino al exilio?
Deformar, de-formarme,
sería lo justo, la tregua para seguir viviendo, 
para seguir aquí. 

Conversación con una fotografía

Hoy me pasó algo curioso. Estaba en medio de la calle Madero en el corazón del Distrito Federal, el hecho de que sea fin de semana la hace más transitable, más caótica pero también más hermosa y más llena de vida; con esa dualidad entre lo viejo y lo nuevo que siempre me ha fascinado, esos tantos artistas anónimos que la hacen ser. En serio que no es lo mismo sin los músicos, las botargas, los letreros de abrazos gratis, las actuaciones, el bullicio.

Pienso que fue el calor del medio día, mis labios resecos eran visiblemente notorios, si te contara, ¡la sed que tenía! seguro recuerdas que no puedo estar mucho tiempo sin líquido, soy como un pez. Pero no quería comprar nada ahí cuando podía conseguir una botella de agua por mucho menos precio hacia los alrededores del Zócalo, todo en la zona es más caro debido a las tiendas y a la fluencia de extranjeros.

El punto es que estaba mirando la puesta de un grupo de actores cuando te vi pasar, te miré de espaldas, ibas justo hacia el Zócalo; formal como siempre, distraído, con tu andar lento y la mirada en el asfalto como si contaras los pasos, eras tú, no tenía duda. 
Me alegré muchísimo y corrí para no perderte de vista, con tanta gente era muy difícil pasar, por un momento pensé que te perdía pero afortunadamente no lo hice, te llamé de la manera más eufórica pero...
no eras tú, el chico en realidad no eras tú. Mi sonrisa se desvaneció al instante, sumado a que me sentí como una completa tonta; fue gracioso, bueno al menos ahora lo es en el momento no lo fue tanto. 
Le pedí disculpas, primero me miró extrañado y luego como si estuviera loca pero no dijo nada y se fue, lo cual me hizo sentir aún más tonta. Estaba tan segura que eras tú. 
Ya te harás la idea de las ganas que tengo de volver a verte que hasta creo encontrarte en donde ni siquiera estás. Bueno, eso y digamos que también tuvo que ver mi deshidratación.

¿Te parece raro que te diga todo esto? Seguramente, pero es que todo me ha hecho una persona más vulnerable; lloro, a veces lloro, pensaba que sólo podía hacerlo por los demás pero resulta que también lo hago por mí, por mí misma y mis deseos que no concuerdan en ningún punto con la realidad. 
¿Eso significa que de algún modo me compadezco o que me tengo lástima? Pienso que ambas, más lo segundo que lo primero.

¡Vaya!, ahora formulo y contesto mis propias preguntas, no lo había notado. También ayer me di cuenta de que paso más tiempo oliendo mi libro nuevo que leyéndolo. Caí en la cuenta mientras lo tenía sobre mi cara, con la nariz pegada a él. Me reí mucho, tú también lo hubieras hecho si me hubieras visto.








“30 Diciembre 1959: (…) Porque debo aceptar mi soledad. (Pero tengo tanto miedo de perder todo contacto con el género humano, de volverme loca de soledad.) Yo no me siento sola, me siento abandonada, que es peor y que significa una soledad trágica, recorrida de odios, no una soledad creadora, rilkeana. En suma, me doy asco. Cada vez que hablo y sonrío y soy cordial y afable, me doy asco porque sé que lo hago para defenderme: simulo bondad, para que no me castiguen ni abandonen, para que me quieran y ayuden, etc. Pero me desprecio y me repugno y sólo amaré al ser que me ame como soy, callada y de hielo, hecha de silencio y de dolor. Y cuando no precise ser otra ni fingir más, o al menos fingir muy poco, entonces habrá llegado la paz, el amor, la dulzura. Toda esta farsa me rompe el ser, me desarticula, me pierde y me enloquece. Hay que aceptar el abandono y la soledad.”


 Diarios
Alejandra Pizarnik

La dimensión que da la lluvia en una casa solitaria

Nada ansío de nada, 
mientras dura el instante de eternidad que es todo, 
cuando no quiero nada.
-Oliverio Girondo


Usted despierta en un día nublado, lluvioso y frío, uno de esos que de un tiempo para acá se han venido dando en la ciudad por los huracanes del Pacífico. Se asoma a la ventana, divisa la calle mojada y las gotas de lluvia empapando los parabrisas de los automóviles, el sonido de las llantas de alguno que recorre el pavimento mojado le resulta agradable.

La calle está sola, no hay ningún transeúnte, usted también está solo en casa, nadie más que el perro y los pericos que la abuela le obsequió le acompañan, pero este silencio y esta calma que amenizan el día le sirven para imaginar por un momento que es el único habitante que queda en la tierra, un pensamiento que le llega así de pronto; tal vez sea porque se siente más solo que de costumbre, y vaya a saber por qué si ya han habido muchos días como este.
Entonces empieza a pensar en formas para distraerse, a idear cosas que pueda hacer pero después de hallar algunas, se siente ridículo por tener este tipo de pensamientos y sentirse incómodo frente a la tranquilidad, porque además saldría de la casa para evitar paranoias pero no encuentra ningún motivo para hacerlo y no quiere.

Otro pensamiento repentino lo invade y se dice en voz alta que es extraño como el presente puede resultar una ironía, se lo dice en voz alta así mismo porque le rebasa el hecho de pensar que usted está aquí sobre este techo, tranquilo y arropado mirando por la ventana, sólo mirando por la ventana, mientras miles de tragedias acontecen y se confabulan en este preciso momento alrededor del mundo- ¡Qué miseria!- piensa- esto le hace explotar por dentro, usted no es dado a mostrar su enojo y las personas que le conocen bien lo saben. Entonces le parece que ya no se aguanta más ahí, así, inmóvil, parado a la espera de la nada, a que el tiempo pase, a que haya algo interesante que rompa el estado pasivo de las cosas ya sea afuera o adentro, le dan ganas de jalar su cabello, como el signo que algunos muestran cuando están perdiendo la cordura, pero no lo hace porque le daría miedo aceptar ese hecho de sí mismo, le da miedo aceptar que puede estar volviéndose loco.

Resuelve ir donde la computadora, pero al encontrarse sentado frente al aparato considera que gastar el tiempo en internet ya es demasiado desperdicio, no tiene ganas de leer o de telefonear a algún amigo porque sabe que seguramente estarán ocupados en sus respectivos trabajos, todo mundo hoy en día está ocupado en su trabajo, en sus actividades, en su rutina; se pregunta entonces si es el único que tiene tiempo para pensar trivialidades, estupideces tal vez, si es el único que reniega de la quietud, quizás en estos momentos ellos también se estén hartando de sus ocupaciones o quizás ni siquiera puedan pensar en ello debido a la atadura en la que los deja el deber. Ahora comienza a sentirse un poco, sólo un poco afortunado por el hecho de tener tiempo de pensar, por lo menos para pensar en que aborrece este momento; es mejor que no destinar ni un segundo a considerarlo, porque usted supone que la mayoría de las personas detestan el momento que viven sin estar claramente conscientes de ello, pensar en eso al menos lo tranquiliza. Esta consideración no lo hace menos desdichado en este momento, es sólo algo que atravesó su mente.

Entonces se da cuenta que todo es causa de algo, usted está aquí en la ventana sintiéndose harto del resultado del todo, algo que los fervientes divulgadores de la motivación personal dirían que usted mismo construyó, y que probablemente vaya en camino a ser una persona amargada sino ve la vida con optimismo y alegría. Los maldice, odia esos discursos baratos con que convencen a la gente- ¿Cómo puede ser qué la gente crea toda esa mierda?- se dice nuevamente en voz alta- y enseguida piensa -¿Hablar conmigo mismo y en voz alta es un signo de qué?- esto lo piensa más no lo dice, realmente no quiere ahondar en la búsqueda de ambas respuestas pero después de un rato de silencio en sus pensamientos, se asusta porque recuerda que alguna vez alguien le dijo que el hecho de no querer buscar respuestas era un signo de muerte; estar muerto en vida y saber que se está vivo sólo porque siente hambre o respira, es la manera más patética de vivir, la más vacía quizás.

Ahora recuerda que hay ciertas imágenes, ciertas canciones que le sacan de la inmovilidad, tal vez lo llenen de nostalgia pero decide poner un disco en su viejo tocadiscos, herencia única que le dejó su abuelo paterno; escuchar estas canciones tal vez sólo le traiga recuerdos tristes de personas que ya no están, o de usted mismo, de usted, el que era hasta hace unos cuantos meses. Se queda dormido en el sillón individual que colocó de lado derecho de la ventana, mientras el tocadiscos reproduce That's Life de Frank Sinatra en el lado izquierdo. Esta bien podría ser la escena de alguna película o el cuadro de alguna galería de arte moderno.

A partir de ahora todos los días de su vida pueden ser como este día, iguales, sin cambios, eso si usted quiere; fue lo último que pensó antes de conciliar el sueño.

Es otro día, ahora despierta, abre los ojos y se levanta a recorrer las cortinas y mirar de nuevo a la calle; hoy ya no llueve pero todo sigue mojado; echa sólo un vistazo pero después de ducharse y tomar el desayuno regresa a mirar con atención, se dispone a memorizar de nueva cuenta lo que hay afuera, a criticarlo desde adentro, como siempre, algo que a estas horas del día ya le parece trágico, por eso tras ponerse su abrigo decide salir de casa a pesar del frío y la cantidad de charcos que seguro habrá en las calles. Tal vez otras preguntas puedan venir a su mente, no sabe, pero lo que es seguro es que otras cosas que no alcanza a ver desde su ventana podrá verlas con claridad desde fuera, si éstas le resultan una molestia está resuelto a regresar de inmediato a la casa, a la comodidad de su aposento.

Después de cruzar la calle mira fijamente por un par de minutos la ventana, esa por donde ayer veía desde dentro el lugar donde justo ahora está parado, piensa ir a comprar un paraguas, al parecer hoy también lloverá mucho pero si todo pinta bien ya decidió que va a estar todo el día fuera. Camina hacia el mercado.
Quizás no se trate más que de su relación con la soledad, la soledad que le grita, y de usted; usted creyéndelo todo.