Si habría que decirlo...

Para mi padre.

Escribo para que vengas porque es la única forma que conozco de llamarte,

escribo porque me cansan las palabras y me arden los labios,
lo hago para evitar que las miserias del día se vayan y permanezcan juntas.

No escribo para mí, escribo para otros 

y si escribo para otros, escribo entonces para mí,
escribo para no olvidar que hay cosas olvidadas 
y no extraviar las cosas que me duelen,
porque a veces ya no sé ni lo que hago ni porqué lo hago 
y es por eso que también escribo.

Escribo porque estoy perdida y no encuentro alguna puerta abierta, 

porque no sólo lo estoy yo y necesita ser dicho,
lo hago porque la lluvia es un acto que aborda dos sentidos: a mi y a la calle, 
y la lluvia empapa la calle, y a mi me empapa la calle con toda su lluvia.
Escribo porque los poemas son un remedio y una enfermedad, porque pertenecen a la angustia, al dolor y al amor... ¿o será que todo ello pertenece a los poemas?

Escribo porque hay formas de estar callada y hay otras para nombrarte, 
yo quise poner todo en un sitio para que te lo lleves intacto, 
como recién salido de este puño,
y entonces no haya que decir lo que no debe decirse, 
y entonces no dudes que se trata de ti.

Somos Ayotzinapa

Esta es una pausa a las publicaciones ya acostumbradas para hacer la presente a modo de protesta manifestando el hartazgo hacia la impunidad y la barbarie que se vive en este momento en mi país. No soy periodista, no formo parte de alguna institución o soy líder de opinión, pero tengo este espacio y además soy mexicana; por ello y porque me siento indignada y cansada de tanta masacre, me permito dirigir unas palabras a todas las personas que amablemente se detienen a leer este espacio aprovechando que en su mayoría son también mexicanos. 

Estamos pasando por momentos muy difíciles, momentos de represión, de muertes y desapariciones en varias partes del país, donde a los poderosos nos les preocupa atentar contra el pueblo con tal de seguir manteniéndose en el lugar que ocupan, y por poderosos entiéndase a los que gobiernan este país, a las redes de corrupción, los que "mueven los hilos", etc. Ellos quieren que nada ni nadie venga a alterarles el orden para poder seguir sacando el provecho posible de nuestras riquezas naturales y de las fuerzas de trabajo de este país; desean convertirnos en mano de obra barata, dejarnos sin oportunidades de trabajo y estudio, no quieren que haya sujetos críticos, no quieren que protestemos ni que pensemos por nosotros mismos, que alcemos la voz ante las injusticias y la violencia que a diario se vive y se respira aquí. Y no hablo sin sustento, vayámonos a las cifras, busquemos la información pertinente que nos habla de la pobreza (tanto en las zonas rurales como en las urbanas), del número de personas que actualmente no estudian y no trabajan o que tienen empleos mal pagados, a las de los muertos y los desaparecidos, al número de fosas clandestinas que se han encontrado y se siguen encontrando, a las de los feminicidios que no cesan. ¿Qué está pasando? ¿Qué clase de monstruosidad es esta? 

La respuesta que encuentro es la del poder, la del neoliberalismo; por ello es desgraciadamente un reflejo que se asoma en los espejos de muchos otros países, pero no sé qué tanto estoy errando al decir que no podemos seguir viviendo así, haciendo como que esta no es una situación alarmante y que además estas cosas no nos hagan querer hacer algo. 

Es cansado que sólo sigan hablando, que los gobernantes y autoridades sólo discursen pero que en realidad nunca pase nada, que nos sigan llenando con sus reformas y sus discursos, que quieran apaciguarnos con sus palabras pero que nunca haya hechos, que no haya culpables y quieran enterrar todo junto con el tiempo esperando que los olvidemos y que ya nadie diga nada.


Es aterradora la manera en que se atenta contra el pueblo, disparar a matar como fieras, como animales llenos de rabia y sin razón alguna. Lo que pasó en Ayotzinapa o lo que pasó en Tlatlaya tiene que ser asunto de todos porque todos vivimos en este país y no podemos ser indiferentes ante la tragedia del otro porque entonces esta dictadura, este sembradío de masacres se sigue perpetuando. Paremos de verlos como casos aislados y que no nos involucran, dejemos de pensar: "pobres de los normalistas y sus familias, ¿pero uno qué puede hacer?" 

A mi manera particular de ver las cosas sería mucho, hay mucho por hacer: alzar la voz por ellos que ahora no pueden hacerlo, no conformarse con lo que nos dicen en la televisión o en la radio y querer siempre saber más para que tengamos un panorama real de la situación.

Dejemos de pensar que las marchas no resuelven nada, de enojarnos porque la vialidad se ve afectada y con ello nuestras actividades cotidianas, sin duda alguna es importante ir por el sustento familiar a diario, estoy sumamente de acuerdo, pero ¿no es más importante que podamos tenerlo no sólo en esta quincena sino siempre y sin temor de que un día cualquiera atenten también contra nuestra vida?


Hay que informarnos, pero informarnos más allá de los medios oficiales, de la información mediática. ¿Alguna vez te has preguntado si los noticieros pertenecientes a las televisoras como Televisa y TV Azteca presentan todos los hechos como son, nos muestran todos los ángulos posibles de la información de manera imparcial y dando voz a todas las partes? 

La realidad de las cosas es que nos presentan lo que nos quieren presentar, lo que conviene que la población sepa para que no se levante, para que no proteste y sigamos pensando que todo está bien y que lo que dicen es la verdad; para que reine la idea de que el gobierno lo tiene todo bajo control y no hay de qué preocuparse; para que sigamos viendo la televisión y no salgamos a la calle a alzar la voz, a exigirles nuestros derechos como ciudadanos, a exigirles que regresen a los desaparecidos. 

No todo lo que sale en televisión es verdad ni es la palabra absoluta, por eso la invitación es a romper con esta información sesgada y buscar informarse acerca de lo que en verdad está pasando en otras fuentes para que podamos hacernos un criterio amplio de ello y no nos sigan engañando con la tergiversación de los hechos. Esta es también una invitación a unirse a todos los movimientos que vayan surgiendo en estos días en cada uno de nuestros estados, a solidarizarse con las acciones y empezar a participar. Nada de lo que hagamos a partir de ahora puede ser visto como poco.

Comparto los enlaces de los noticieros por los cuales su servidora se informa diariamente de los hechos que van ocurriendo y si gustan compartir cualquier otra información con mucho gusto es bien recibida.


Muchas gracias por leer.


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La tierra de los hombres circuito

“Oh señores del Orden, respetables Señores
han tomado mis ojos como rehenes pero aún veo.”
— Fragmento de Amanece en el mundo, Juan Bañuelos


























Hubo una vez un lugar poblado de hombres y mujeres circuito que andaban siempre a la prisa de todo, pendientes del pasar del tiempo. El reloj les dictaba lo que debían hacer y a qué velocidad, y es que en algún punto se habían olvidado que alguna vez se cuestionaron sobre lo que era el tiempo. 

Sus empleos les atribuían características como eficiente y competitivo, particularidades que les aseguraban un puesto en aquellos lugares donde todos deseaban trabajar, se cuenta que desconocían la procedencia de estas palabras o en qué momento aparecieron, bastaba con que ellos supieran cómo serlo. Algunos hasta soñaban con gerencias, jamás con cosas que de verdad deseaban hacer.

Los hombres y mujeres circuito siempre tenían actividades por realizar, tareas que nunca acababan y que los mantenían llenos de papeles, se sentaban detrás de escritorios que parecían más pequeños de lo que en realidad eran -No podemos detenernos- decían- si lo hacemos un negocio quebrará, una pérdida monetaria no es nada fácil de reparar-.  Sus días eran itinerarios prescritos, por lo que bastaba con su consulta para que estuvieran hechos. 

En los días de lluvia los hombres circuito rehusaban mojarse, cubrían sus cuerpos con ostentosas ropas que terminaban por cubrir toda su persona, y de esa forma quedaban uniformados. Siempre llevaban un semblante serio, creían que reír los hacía poco convincentes, seres a los que no se les podía tomar por confiables, cuidaban ante todo sus relaciones de negocios- el tiempo libre ya vendrá, hay mucho por delante- pensaban. ¡Quién fuera un señor circuito para estar seguro de mucha vida tener!

Los hombres circuito eran a su pesar hombres tristes, pero no estaban llenos de una tristeza que los hacía existir, era una tristeza que los ocultaba y adornaba; como las ropas que les vestían el cuerpo; si alguna vez el sentimiento se les desgastaba, lo reemplazaban con la compra de algún otro que pudieran lucir de nuevo. 

La vida de los hombres tristes era tener y reemplazar, querían todas las cosas que consideraban indispensables para no perderse del orden que conocían, para asegurarse la comodidad; sin embargo nunca conservaban nada, no concebían esa idea porque no sabían cómo hacerlo. Su vida entera era desechable.

Sé que no digo nada nuevo, tal vez muchos ya hayan escuchado sobre ellos, lo que les parecerá asombroso es saber que estos hombres aún existen y se han propagado por todo el planeta, es fácil reconocerles cuando se les ve; lo complicado es saber cuando uno se pierde entre ellos, cuando sin pensarlo se entra en la corriente y de pronto uno ya es un hombre circuito. La tierra de los hombres circuito, sépanlo ustedes, no está en algún sitio en particular ni sólo son circuito unos pocos hombres: el mundo entero puede ser en este momento un lugar sin rincones vacíos, una tierra repleta de hombres y mujeres de lineal existencia.