El material del que estoy hecho

Como cuando jugamos a una vida conyugal y todo nos va de maravilla compartiendo los instantes, que de no ser así, hubiera pasado solo, sentado en un sofá leyendo las tristes tragedias del día en el periódico o mirando concursos que ridiculizan a la gente en televisión.

Como cuando comemos el mismo platillo y pienso en el futuro que anda tan cerca nuestro pisándonos los talones y se parece al ideal que mis padres quisieron siempre para mí desde que aún no cumplía ni 18 años. 

Como cuando ya miro por otro ser que no soy yo, cuando todo se vuelve tan correcto y cotidiano, tan normal y de pareja: ser el padre de familia, ser el ama de casa; y platicar sobre las labores del día y llegar rendido a querer saborear la cena que has preparado para mí, y que me digas qué es lo que hace falta adquirir.


Como cuando cargas tu bolso que ahora en vez de maquillaje y libros, carga pañales, biberones y llantos. Como cuando vámos por la calle y la carriola ahora es el vehículo a conducir, y cuando posamos alegremente con el niño en brazos...


Como cuando despierto y sé qué lindo es eso, pero también, que no estamos hechos para ello. 


Como cuando no sé de qué material estoy hecho, pero pienso que no puede ser del bueno.













Macrontámico (segunda parte)

Días enteros me pasé con la palabra en mi cabeza, desde que despertaba hasta que me quedaba dormido con "Cien mil leguas marinas" entre las manos. En clase me entretenía escribiéndola en cada orilla de los cuadernos y hacía planas completas con ella, como si en el fondo supiera que el secreto estaba en escribirla muchas veces, y de esa forma, en cualquier momento me saltaría algún significado y el porqué me había sido dada precisamente a mí y no a cualquier otra persona en el mundo.

Algo que probablemente nadie pueda ni me quiera creer, pasó una tarde mientras leía el quinto capítulo, es por eso que soy tan precavido al contar esto, ya sé que van a decir que estoy loco o que estoy inventándolo todo porque soy un niño, y eso es lo que hacemos los niños; pero prometo, por mi valiosa y preciada colección de historietas de superhéroes, que no es así. No miento al contar esto, y cuando lo hago, es como si lo estuviera viviendo de nuevo, como si estuviera viéndolo en este preciso momento. 


Como no había nadie en casa, estuve leyendo en la sala y en voz alta, me gusta hacerlo cuando estoy sólo, es otra manera de enfocarme por completo en la historia y de paso recrear los detalles con ademanes y hacer las voces de cada uno de los personajes tal y como las imagino. Leía la manera en que el capitán Ralph y el capitán Freeman habían descubierto cómo comunicarse con la criatura de mar, y cómo ésta los dejaba boquiabiertos cuando les revelaba muchos secretos de la profundidad marina que los humanos no conocíamos y que no tendríamos forma de saber nunca por más investigaciones que se hicieran, por lo que aquello resultaba ser un hallazgo único en la historia, algo fuera de los alcances de lo que se llama lógica.


En eso estaba tan entretenido, cuando de repente, todas las letras de la página 281 comenzaron a moverse hacia todas direcciones, y después formaron un remolino sin control, se movían y movían como si bailaran; yo tenía mucho miedo, quedé en shock pero jamás solté el libro, lo sostuve con mis manos temblorosas todo el tiempo y al cabo de un minuto, terminaron desapareciendo algunas y después muchas. El horror vino a mi cuando pararon y vi que sólo quedaba en grande y en medio de la página con letras mayúsculas: MACRONTÁMICO.


Esto era mucho, qué era lo qué pasaba, esa palabra nada tiene que ver conmigo ni con el resto del mundo... ¿O si? 


Empecé a relacionar todo, y me dí cuenta que estos episodios me sucedían sólo cuando estaba muy entrado en el libro, cuando me pasaba mucho tiempo leyéndolo... 


¡Es el libro, el libro está embrujado, ese eso!, si, tiene que ser eso, no hay otra explicación.


Decidí dejar de leer, ya no quería que esas cosas me pasaran, no quería volverme loco o algo parecido, por lo que lo abandoné por dos o probablemente tres semanas. Confieso que no dio resultado, no pude, porque aunque ya no leía la historia, macrontámico seguía en mi cabeza día y noche, si no me volvía loco al leer el libro, lo iba a hacer por no leerlo más.


Fue entonces que después de muchas noches de andar pensándolo, ideé una fórmula, cambié los papeles; pensé que como estuve evitándola todo el tiempo, tal vez la cuestión sería dejar llevarme por ella y por mis deseos enormes de decirla a cada rato. Así lo hice y empecé esa misma tarde cuando me senté a comer, la sopa que mi madre había hecho era tan deliciosa que le dije saboreando un poco: "¡Mmm qué macrontámico está ésto!", pero ella no dijo nada, sólo me miró con cara de desgane; seguro lo tomó como otra más de las ocurrencias y chistoretes que a veces le digo, aunque me extrañó que no me hubiera preguntado nada sobre la palabra.


Al otro día en la escuela, cuando vi los lentes nuevos de Georgina, la niña que me gusta, me parecieron muy bonitos, más porque resaltaban sus grandes ojos; por lo que sin vacilar le dije: "Me gustan tus lentes, son tan macrontámicos" - ¿Tan qué?- dijo ella con cara de sorpresa y un gesto retorcido que nunca antes le había visto; reí mucho pero no le expliqué nada acerca de la palabra, estuvo molestándome durante todo el recreo pidiéndome que le dijera qué significaba, y tuve que calmarla diciéndole que le diría después; aunque en secreto y angustiosamente, esperaba que durante el resto del día olvidara el asunto, ¿cómo iba a decirle lo que significaba o explicarle algo acerca de ella si ni siquiera yo mismo sabía?.

Acuerdo

No es que estuvieran enamorados, 
era ese conveniente sentimiento de buscarse 
que llegaba a repararlos, 
a dejarles una especie de suspiro;
como cuando unían sus cuerpos y se quedaban 
tan tranquilos, tan callados y tan cómplices, 
tan cercano uno del otro.

No es que necesitaran de palabras para 

entenderse o de hacer el amor para repararse;
era la presencia, el estirar la mano y palpar 
el cuerpo del otro, 
era el convenio del todo y de nada,
la facilidad para dañarse, culparse, herirse 
pero también la de besarse, tocarse y mirarse,
como si fuesen la última persona que mirarían con vida.

Encontrar el martirio que el mundo encadenaba 

bajo la piel del otro, era el acuerdo.


Macrontámico (primera parte)

Me pasé la tarde leyendo un libro que me habían obsequiado en mi cumpleaños pasado, y que no había podido, o más bien no había querido abrir porque los cuentos de Borges me habían estado quitando el sueño en los últimos días, y me habían atrapado cual mosca a una trampa pegajosa; además este libro era mucho más grande y estaba dudoso porque no sabía si en realidad sería una historia que valiera la pena leer: "Cien mil leguas marinas", el título no me decía gran cosa además.

Era una historia sobre barcos, sobre el mar y las peripecias de un grupo de navegantes que se habían embarcado hacia la costa oeste en busca de vida marítima desconocida. A sólo un par de horas de haber iniciado mi lectura, ya había terminado el primer capítulo- otra lectura que me va a causar problemas con mi madre y mis deberes en la casa- pensé- porque siempre que algo me atrapa, todo lo demás lo dejo para el último momento o lo olvido por completo, a ella le irrita tanto eso. Había pausado la lectura al llegar al segundo capítulo para poder ir por las cosas que me habían encargado del mercado; ya iba por la Avenida del Río cuando de repente, sin más ni más empecé a ver todas las cosas, todas las personas y casas de colores variados, como si tuvieran arcoíris o qué sé yo; me tallé los ojos rápidamente y pensé que era a causa del sueño que traía atrasado por tener varias semanas durmiendo poco, me pareció que en verdad era así porque de inmediato volvió todo a la normalidad y por ello no dí mayor importancia a mi visión que en ese momento, creí a causa de la somnolencia. 


Me pasaron los días tras el segundo y tercer capítulo, estaba comenzando sin dificultad el cuarto; no podía creer que una historia así me tuviera comiendo de sus hojas, puesto que yo prefiero las antiguas, de tiempos remotos y de anécdotas que se convierten en leyenda pasando de generación en generación, y más esas que llegan a transformarse de boca en boca y se vuelven una versión diferente para los tataranietos de las tatarabuelas; o en su defecto, elijo las de casos policíacos. 

Era tanto mi apego al libro, que a pesar de que cada capítulo abarcaba entre 50 y 60 páginas, para mí era como si fuesen sólo 10, los devoraba porque me impacientaba saber qué sucedería, qué le pasaría al almirante Ralph después de caer en aguas profundas y haberse topado cara a cara con una especie de tamaño similar al de un humano con piel babosa y blanquizca que lo miraba con tanto pavor y sorpresa como también él lo hacía. 

Mi mamá se la pasaba contándole a mi tía Sara acerca de mi y el comportamiento de ermitaño que había mostrado desde que empecé a leer el libro: "Me preocupa Rafael, 

no´más se la pasa ahí metido en su cuarto leyendo no sé qué cosas", y mi tía, que es toda experta en meter ideas estúpidas a la cabeza de mi ingenua madre, se atrevió a decirle que probablemente estuviera leyendo algo sobre ritos demoníacos, o peor aún, viendo pornografía barata. Es algo fatalista y además tiene tanta imaginación la mujer. 

Un Domingo que salí con Osvaldo a jugar a las canchas del parque, me sucedió lo mismo de la vez anterior, esta vez me espanté porque ya no podía echarle la culpa al sueño, había dormido perfectamente toda la semana, mi lectura la había reducido a un par de horas por las tareas de la escuela, pero eso sí, estaba decido a no dejar el libro hasta terminarlo; mucho más ahora que la historia estaba tomando un giro que no  esperaba. 

No le dije a Osvaldo lo que me pasaba, pero se dio cuenta de inmediato porque no dejaba de mirarme como si yo fuera un bicho raro cada que me tallaba los ojos, ¿Porqué te tallas los ojos, te entró algo? -me preguntó- y cuando comenzaron a regresar los colores de todo y de todos a su original sitio, una cosa que nunca antes me había pasado, me espantó más que nunca. 
Después que me normalicé, pasarían más o menos como 5 minutos, cuando empezaron a venirme a la cabeza, como si alguna voz me las dictara, millones de palabras de las que desconocía el significado, y otras tantas que no existían y por supuesto, no comprendía. ¿Qué es ésto? -grité- y me quedé pasmado en medio de la cancha, solté el balón y sólo me quedé ahí parado, no escuchaba nada más que las palabras que venían a montones; miraba a Osvaldo diciéndome algo y tomándome por el hombro, lo miraba pero no lo escuchaba, como si hubiera una interferencia. 
No sé cuánto tiempo estuve así hasta que después él me dijo que había sido un buen rato, lo único que tengo bien grabado es el momento en que cesaron las palabras, todas habían venido como en lista, una tras otra, muy rápido y sin pausas, para detenerse en una, la última de todas y que jamás en mi vida había escuchado, una que no existe en los diccionarios y que no pertenece a ningún lenguaje: macrontámico.

¿Qué significa?, ¿Qué quiere decir?, ¿Por qué esa palabra fue la última de todas?... y lo más raro, ¿Por qué no recuerdo todas las demás, o por lo menos alguna otra, por qué sólo esa palabra?

Había estado dándole tantas vueltas al asunto en mi cabeza, y creo que, por principio de cuentas, lo más lógico es pensar que se me ha quedado grabada por ser la última, y por obviedad, sería la que más recordaría; pero me es sorprendente, que no recuerde ni siquiera una más. 
Todo es tan extraño; jamás me hubiera imaginado que una cosa así me pasaría...

Germen de inexistencia

No son necesarios los ojos para mirar y la piel para tocar, existen los medios invisibles, 
los que aún nadie se ha atrevido a desmembrar.
Habiendo tanta carencia, nos condenamos a sumar y a caminar hacia atrás.

Soñé con un día en el que le inventábamos colores al viento y dolores al cuerpo, 

soñé los ojos y la voz que no recuerdo y el nombre que cada noche llamo,
pensé en la transparencia de mis credos y en el acuerdo para romperlos.

Las vidas se posarán en lo inexistente y de algún modo sabrán ir poniendo palabras que rimen entre consonantes, 

y que al decirse jamás sequen los labios, 
y que después de oler a eco, terminen siendo polvo.

Invitación a amanecer desnudos, cubiertos de nada, con la única tarea de reinventar la inconsistencia de la palabra mundo.




Premonición

No sabré pronunciar palabras después del olvido,
no sabré qué rima con qué después de la nada, después de dejar que los gusanos coman raíces y viceversa. 


Desconoceré el sabor de la tempestad desembocada. No tomaré partido en nombres y paisajes de permanencia voluntaria. 

Ya no tendré idea de cómo dejar que se tuesten los granos de alivio. Habrá pérdidas, habrá resquebrajamiento de mis muros y mis balsas a la mar del dispersado horizonte, pero me complacerá estar llena de amuletos sin valor alguno.


Habrá maleza cubriendo el pavimento y caos en estos alientos. 
Se hallarán las pausas inevitables y se quebrarán los motivos de la venida imperturbable del tiempo.

Después del olvido, no se hará necesario cargar más nada, se necesitan solo manos vacías e inundación de la agonía, no se requiere más que olvido para empezar a combatirlo... empezar desde él y acabar en él.

Del olvido partir para perder todo y comenzar de nuevo, una cuenta efímera o tal vez inacabable, una cuenta vendrá y dará cuenta de que sigo viva.

Ella que es ella

Ella se aferra a las comisuras de la sonrisa de la luna, 
se queda esperando los mitos, 
los que todas las manos no saben o no quieren tocar por miedo a lo desconocido y lo fugaz, 
magia pura para ella es; 
porque le rompen la consonante de los días y consigue matar la carroñera idea de un porvenir numérico, cuyas formas se invalidan y trastornan a la sombra de un arbusto frondoso y vacío de parafernalias.
Por eso suele ir a derretirse a la sombra fresca del navío desarmado y hondo. 

A veces colapsa con las puertas a la duda 

y las horas llenas de liturgia, 
tiene el pecho tan agujerado de tanto tronar y andar vagando bajo las avenidas de los decibeles, 
se cubre la cara con un puño de fractalidades 
y se queda escondida de las viejas mañas de los señores feudales.

Ella urde en la irrevocabilidad de su centro, en la ira mutante que deviene en todas sus extremidades.


Ella, mal que bien es ella, con su extrañeza en los pensares, con sus propios penares y sus kilómetros de mares.


La Maga enamorada del extraterrestre

Olías a mandarina cuando te conocí, tu ropa delataba que no habías dormido bien en varios días o que eras una persona a la que mantener el vestuario pulcro le importaba un bledo, fue hasta después, cuando conversamos, que supe que era la segunda.

Tenías esa mirada intensa y fija sobre el suelo, la que sueles hacer cuando piensas en algo o en alguien que te interesa mucho, ahora ya la he descifrado bien pero aquella vez me pareció que al mismo tiempo que escuchabas a quien estaba a tu lado, algo más daba vueltas en tu cabeza; ideabas alguna otra cosa. En cierta medida acerté, ya que siempre has sido excepcional para pensar dos cosas a la vez y no restarle importancia a ninguna: "Es el don que te dieron los dioses", te dije una vez, riéndome; y creíste que me burlaba de lo que en realidad y secretamente llamo tu bella cualidad.

Eres un poco malhumorado y a veces hasta pasas por amargado, no lo voy a negar, no lo pasemos por alto. 

Por eso me sorprenden tus arranques improvisados, tus momentos de: "Hagámos algo y a ver qué pasa".

No voy a olvidar aquella vez que fuimos a la tienda de discos y empezamos a escuchar todos aquellos que queríamos pero que no podíamos comprar, hasta que la encargada se dio cuenta que ya teníamos una gran pila amontonada sobre el reproductor y al saber que no íbamos a llevar ninguno, nos echó a la calle tan enojada, casi histérica y desquiciada; quebrantaste sus nervios cuando le dijiste que en realidad sólo queríamos matar el aburrimiento entrando a escuchar lo que pudiéramos.

Eres tan descarado, tan alérgico al mundo y sus esquemas, a lo mejor vienes de otro universo y por error caíste en este planeta, eres el retorno de E.T., y has cargado entre tus maletas los enigmas que te aquejan (cuando leas esto, ya sé que vas a reír a carcajadas o a maldecirme mentalmente), enigmas que son acertijos lanzados al aire y que sólo yo puedo resolver ahora, pero que no lo consigo o a veces simplemente no quiero.

Como cuando lees, pareciera que te metes al libro y te transportas literalmente al lugar que te cuenta la historia, te vas a vivirlo y me dejas sola en la habitación, te quedas como estatua de cera y sólo veo tus ojos moverse al compás de los párrafos; soy como la Maga cuando le hacía mil preguntas a Horacio o lo observaba escribir, porque entonces yo aprovecho y te hablo, te pregunto cosas estúpidas y otras no tanto, lo hago para observar tus gestos acentuarse como no lo hacen cuando estás haciendo algo más, y así poder memorizar tu imagen de absorto. Algunas veces te he fotografiado y ni cuentas te has dado.


Este el es momento en que apartarás el libro y me lanzarás una mirada poco expresiva pero cargada de señales telepáticas... ¡No lo hagas, espérame tantito que casi acabo y no he llegado al punto de todo esto!


Puse esta nota entre tu libro con cosas que nunca antes te he dicho pero que a menudo pienso, cosas que no vienen al caso pero que todas juntas y por separado tienen la intención de decirte que te quiero...

y que hay enigmas que están fuera de las palabras, fuera de los textos y de tus libros... y de tus pensamientos, aquellos que no has considerado. 

Amor mío, soy todos los enigmas que aún no has descifrado, y que tal vez nunca lo harás. Más allá de mi falda corta y mis vestidos de fiesta, más allá de mi cabello y mis ojos o lo que piensas que hallas en mí, está lo que no has buscado.