Busco a la mujer

Busco a una mujer.
Ella tiene mariposas en la mirada y ciruelas en las caderas. 
En sus piernas hay un pequeño mono que danza cuando camina; 
no importa si anda lento o aprisa.
Cuando la toco por el hombro o la cintura, 
las manos se me llenan de carmín que no consigo quitar en dos o tres días.

A la mujer que busco las penas se le asoman por la punta de los cabellos, 

la reconozco porque su sonrisa tiene la forma de un espiral 
y sus labios saben a almendra y tierra seca.

Cuando habla me empiezan a brotar un par de aves por la lengua, 

y el estómago se me inflama cada vez que repite la palabra "nosotros". 
Su timbre es el Moonlight de Beethoven, 
su voz tiene los colores
de una pintura de Van Gogh.

No sabe bailar, dice que tiene dos pies izquierdos. 
Su pasatiempo favorito es coleccionar hojas sueltas,
hojas perdidas de libros que encuentra en la basura de una vieja biblioteca. 
Se arma historias que no tienen ni pies ni cabeza, 
pero cuando las lee, te convence de que son ciertas:
Un  hombre murió de rabia y al día siguiente resucitó 
por un cordón de zapatos que le ataron al corazón.
Un barco zarpó a la mitad de China y la población
 lo usó para bailar el día en que llegó el año del dragón.

Busco a la mujer con ojos de planeta,

 la que guarda tulipanes en la cabeza. 
Se ha ido; no viene, la he esperado y está tardando;
yo la quisiera a mi lado.

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