hacerme un rinconcito en el botón de una flor.
Un espacio pequeñito en el carro de juguete,
o hacerme guarida en el peldaño del puente.
Dejar sólo un renglón para mi a la mitad de la hoja,
o en las palabras que no significan gran cosa.
Hacerme sitio en el álbum de recuerdos del olvidado,
o en el ruido que aún nadie ha hecho y escuchado.
o un espacio en alguna lágrima de la niña que llora.
Hacerme un campito en la escena
favorita de la película favorita,
o en la banquita del parque junto a la paloma
con el ala rota.
En lo intangible, lo inefable,
en lo inconsolable y lo irremediable.
Hacerme un lugarcito en las cosas que no se van ni con los años,
ni con el tiempo, ni con el olvido o la muerte.
Donde no se busque y tampoco se encuentre;
donde no estar a la vista también sea existir.
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