Perdóname Mariana

En una pared de la estación del metro Hidalgo encontré escrito con aerosol el mensaje: "Perdóname Mariana", primero me dio risa pero después pensé en lo que aquella persona tuvo que haber pasado para dejarlo sin ser descubierta y que no lo pararan antes de terminar de escribir.

Imaginé en la escena a un hombre joven, que queriendo pasar por desapercibido entre los demás transeúntes se delata un poco por su agitación y otro tanto por su cabeza que mueve como si tuviera un tic nervioso, con los ojos bien abiertos, con la adrenalina agrandándole las pupilas y empapando sus manos de sudor; igual que la primera vez que vio a Mariana cruzando la calle Isabel la Católica y sintió que todo se detenía, hasta su cuerpo. 
Se aseguró de tener el campo libre de polis que pudieran echarle a perder un último recurso desesperado después de varios intentos por conseguir la respuesta que buscaba de esta mujer y que no lo dejaba estar en paz, como si Mariana fuera un cura que pudiera absolverlo de todos sus males con las palabras: "Si, te perdono", como si en ello estuviera su única salvación.
Esperó a que llegara el tren y justo cuando salió la multitud que inmediatamente se concentró en las escaleras, se escondió entre aquella marabunta y apretó la válvula de la botella tan rápido como pudo. Escribió como nunca antes lo había hecho, ni siquiera en los dictados de la primaria o cuando resolvía problemas de física en la preparatoria peleando por puntos extra con sus compañeros de clase.

Me vino a la mente la posibilidad de que muy a su pesar fue descubierto y detenido junto con toda la valentía e incertidumbre que le dejó haber puesto aquello en un lugar público, sin saber a ciencia cierta si Mariana vería el mensaje o si después de haberlo visto sabría que era la destinataria; se lo pudieron haber llevado así, con todo y su pesar por no tener el perdón de Mariana, con todo y su cobardía de no pedírselo de frente.

Pensé luego en Mariana, una muchacha alta de cabellos largos y negros que todos los días pasa por ahí apresurada por llegar al trabajo con un bolso grande de mano y sus tacones altos, en su desconcierto al ver el mensaje reconociendo de inmediato la letra y sabiendo que se trataba de ella; acto seguido continuando su camino con el momento de la ofensa fresco en su memoria. La imaginé después pasando día tras día por ahí sin poder evitar voltear la mirada hacia aquella declaración de: "la cagué enserio" y preguntándose cada vez si podía perdonarlo, si lo que hizo podía valer "borrón y cuenta nueva" aunque no olvido, porque todos esos días de andar cavilando y con el sueño ligero ya no podían pasarse por alto. La vi decidiendo un día que si y al otro que no podía, una que otra vez se decía que tal vez, que a lo mejor, por qué no. -Oye, Mariana ¿y si lo vuelve a hacer?, ¿y si en realidad nunca lo quiso hacer, si no fue su intención?- pensaba.

Pudo pasar que un viernes cualquiera, cuando Mariana salió más temprano del trabajo porque los pendientes se terminaron más rápido que de costumbre (un viernes que no cayó en quincena, claro), bajó las escaleras del metro Hidalgo para dirigirse al trasborde de la linea 2 y ahí junto al mensaje la esperaba el susodicho. Se acercaron tratando de no perderse de vista entre tanta gente y cuando estuvieron uno frente al otro dejando de lado el saludo, ella le dijo que no era una cosa fácil, que no podía sólo decirlo y ya, también tenía que sentirlo y para eso sentía que todavía le faltaba. En eso andaban cuando un vendedor de dulces que pasaba por ahí cargando su mercancía en un canasto, se disponía a subir las escaleras pero los escuchó y se detuvo un momento para decir: "ya perdónalo Mariana, se ve que de eso pide su limosna". Al muchacho le causó gracia esta muestra de apoyo pero ella permaneció seria pese a que él añadió: "¿ya ves?, ¡hazle caso!"

Aquí después, no pude menos que pensar en dos escenarios posibles: 

En el primer escenario, la vi a ella abordando el tren evitando mirarlo y a él subiendo las escaleras hacia la linea 3, tenía un semblante de haberse dado cuenta de que a partir de ahí ya no se podía hacer más: se habían dicho todo lo que se tenían que decir y en todas las maneras posibles, lo siguiente era seguir, fuese lo que fuese que eso significaba. 
Lo imprevisible vino cuando al día siguiente otra mujer, también llamada Mariana pasó por ahí y vio aquél mensaje, conmovida sacó de su bolso un marcador negro y con las letras más grandes que pudo hacer escribió abajo en respuesta: "Estás perdonado", no había duda para ella que el mensaje le era dirigido puesto que la persona que buscaba su perdón sabía que ella pasaba por ahí a diario. Esa misma tarde el susodicho de la Mariana inicial vio aquella respuesta de la que no tenía ninguna duda había sido escrita por su Mariana o por lo menos eso quiso creer, se puso tan contento que salió del metro para buscar un lugar donde pudiera comprar una docena de rosas rojas y regresar a esperarla, faltaban 2 horas para que ella pasara por ahí de regreso a su casa. 
El muchacho esperó largo rato pero ella no aparecía, conforme pasaba el tiempo se desesperaba más pero después logró entretenerse pensando en las razones de su tardanza y llegando a dos conclusiones que le parecieron las más probables: "Seguro no fue a trabajar y me está esperando en su casa o a lo mejor tuvo que tomar otra ruta", pasadas 3 horas y cuando estaba a punto de irse apareció la Mariana que había contestado su mensaje, ella regresó porque pensó que ahí la estaría esperando la persona que según creía le había pedido su perdón. 
Y ahí estaban, uno de cada lado de la pared donde se encontraba lo que ellos mismos habían escrito y parecía que custodiaban, él con su ramo de flores y ella mirando muy atenta cada tren que llegaba para lograr ver pasar a la persona en cuestión; a ratos intercambiaban miradas y consultaban el reloj con insistencia.
Por curiosidad y al ver su desesperación, ella se le acercó un poco para preguntarle: "¿también esperas a alguien?- con una sonrisa de millón de dólares, él le dijo: "si, a la persona que contestó este mensaje", ella lo miró asombrada y como si forzara a las palabras a salir de su boca, le replicó: "yo fui quien respondió este mensaje"- la sonrisa del muchacho desapareció en un santiamén, estaba visiblemente confundido. 
Después de un largo rato de hablar y tratar de explicarse supieron a ciencia cierta cómo había surgido tal lío, decidieron que ya que ninguna de las personas que esperaban iba a llegar, sería bueno ir un rato más a conversar, contarse a detalle sus respectivas historias y por qué no, de paso conocerse. Así fue como otra Mariana llegó a la vida del muchacho. Dicen que a veces lo que mucho duele termina por curarse... y a veces no, quién sabe.

Como segundo escenario imaginé que los dos, la Mariana inicial y el muchacho, salieron juntos del metro, caminaron un rato callados pero muy cerca uno del otro hasta que llegaron a una heladería de cuyos barquillos Mariana es fan, compraron 2 barquillos grandes de vainilla y siguieron su camino sin rumbo fijo conversando por largo rato. ¡Pero vaya usted a saber si el hombre fue perdonado!, puede imaginárselo si quiere, yo ahí no me meto porque eso es cosa que no nos incumbe ni a usted ni a mi; después de todo tomar un helado juntos no los comprometía a nada más que a una buena charla, espero que esté de acuerdo conmigo en ello o contradígame si no, está en todo su derecho, amable lector.

Lo que si es que Mariana había conseguido sacar de sus límites a una persona e impulsarlo a hacer un acto que si alguien le hubiese advertido al muchacho que haría, jamás hubiera dado crédito, ¿podría eso llamarse amor?
A fin de cuentas, yo supongo que lo que él quería era pasar por ese mismo lugar después de un tiempo y de la mano de Mariana, como seguramente ocurría antes de haber hecho lo que la ofendió. Logró también y para acabar pronto, que estas lineas se escribieran tratando de descifrar el porqué se le pedía perdón a Mariana, todo esto fue por ella.

La semana siguiente después de hallar el mensaje pasé por el mismo lugar pero resulta que ya lo habían borrado, pese a ello no deja de parecerme curioso el hecho de haberlo visto por casualidad, sobre todo porque yo sabía de mensajes de perdón escritos en otros espacios pero buscar el perdón de Mariana en el metro tenía ahora, total sentido.