Y al olvido lo ayudo a llegar más rápido borrando todo lo que huele a su recuerdo, de una vez y de tajo, como ceremonia de reconstrucción.
Bien es sabido que para poder adherir nuevas marcas a la piel, hay que dejar secar las cicatrices olorientas a permanencia, para que de una vez por todas desaparezcan, para que dejen de rasgar dolor de a pedacitos, para romper el cuentagotas de la dosis cotidiana de tristeza; para que no sigan siendo un inútil recordatorio de un cuerpo que ya no está, que partió sin siquiera dejar ver sus intenciones de hacerlo, empujando con delicadeza el signo de la ausencia.
Es así que no tengo la más mínima intención de seguirlo arrastrando en mis deseos, por que ya me agota su recuerdo; por eso, es que elegí la desmemoria.
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