De las despedidas

Fue un año insípido y en general trágico. Con tantas despedidas, tantas cosas sin funcionar (no sé si más o igual que en años anteriores), tantas muertes e impotencia por las mismas, la mayoría de ellas las produjo la guerra y esa inmensa mayoría de personas no fue nombrada más que en una dudosa cifra. La minoría (que no por ello menos importante) se debió a la edad, a las enfermedades y los accidentes; fue la muerte de los rostros conocidos, que al contrario de la mayoría que se llevó la guerra, se lamentó por millones en el mundo. Total paradoja, una mayoría siendo apenas vista por el mundo y una minoría siendo nombrada por todos, digo paradoja y no extrañeza porque eso pasa siempre, no sólo con las muertes. No quiero decir que no haya habido nada de esto antes pero en este año me pareció más acentuado.

Digo esto porque a fin de cuentas, la muerte también es un final pero lo que me interesa ahora es hablar de las despedidas, decir de ellas como lo último a ocurrir aprovechando que estamos en un final y además conocido por todos, es uno al que siempre volvemos los que tenemos la oportunidad de hacerlo o más bien el privilegio.

La palabra despedida viene del latín expetere que significa arrojar algo hacia afuera, apartar, dejar marchar. Siendo entonces varias cosas a la vez, una despedida no puede significar lo mismo cuando apartamos algo o a alguien que cuando se va por sí mismo o lo dejamos irse porque hay diferentes experiencias y sentimientos de por medio, por eso es que para todos la palabra tiene un significado diferente, lo que sí es igual en todo caso, me atrevo a decir, es que este acontecimiento cuesta trabajo, es difícil desprenderse para bien o para mal y tener presente que no hay nada que no termine, que no vaya a pasar y se convierta en recuerdo o en olvido.

Despedirse es marcharse o ver marchar, mirar algo o alguien por última vez antes de que regrese o no volverle a ver jamás. Es algo que tiene que vivirse con la misma intensidad con que se vive lo nuevo y lo desconocido porque la vida está plagada de ello, forma parte de, y por más incomprensible que llegue a ser uno no podría saber nunca qué habrá después de decir adiós.

Yo creo que hubo y habrá despedidas que nunca vamos a querer que lleguen pese a que sabemos que lo harán y despedidas que celebraremos, como la de hoy, la del año que hace 365 días era nuevo y ahora, después de ese tiempo se ha vuelto viejo, un viejo que tal vez no nos deja tantas experiencias buenas pero que está y estuvo para poner cercanía entre el final y el comienzo de otra cuenta de los días. 

El año que se va no será un año que extrañe, es uno del que me despido esperando que el que viene haya despedidas más gratas. 

Que haya para todos mejores despedidas y mejores comienzos el año que viene.