Era un hombre con aires de tristeza, lo miré sentarse a unos cuantos metros de mí e inmediatamente sentí la imperiosa curiosidad de tratar de adivinar el contenido de sus pensamientos. Su inquebrantable silencio y la mirada fija pérdida en un punto del suelo, delataban el hecho de que se instalaba en otro espacio más interesante que en el que nos hallábamos en ese momento. 

¿Vendría aquí para tratar de dialogar con sus demonios como lo estaba haciendo yo?,¿Algo del mundo le preocupaba o ha venido como un despreocupado hedonista? mejor aún, ¿Habrá en realidad algún pensamiento atravesando su mente?

Me había adelantado a suponer que algo pensaba pero tal vez sólo había venido a recoger el placer de estar sin razón; en todo caso no lo sabría a menos que me acercara e intentara entablar una conversación, pero ¿con qué objeto, con qué excusa iba a hacerlo? me sentí absurda por tan sólo pensarlo, no quería ser entrometida y perturbar lo que sea por lo que había venido.

Después de un largo rato de haberme abandonado al misterio que me provocaba su presencia, decidí marcharme, se hacía de noche y además tal vez se daría cuenta de que lo miraba y no sabría qué hacer si se percataba de ello, realmente me daría vergüenza.

Me levanté y al pasar junto a él detuve bruscamente su tarea, me miró fijamente y yo hice lo mismo: ningún parpadeo, ninguna sonrisa, ningún gesto, sólo un instante compartido; dos extraños se encontraban en un punto.

Es tan paradójico que uno intente apartarse del mundo para poder estar sólo con la propia presencia y se encuentre por casualidad con otro que hace lo mismo.

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