He hecho muchos intentos por escribir en estos días, pero con todo lo que está pasando no puedo hacerlo, me bloquea la cosa de sentarme aquí e intentar escribir de otras situaciones cuando la de aquí es cruda, ahora mismo una de las cosas que dan vuelta en mi cabeza a diario es el pensar en la forma en la que todo esto nos está marcando; por eso espero que nos quede una cicatriz que siempre nos haga recordar que una vez ya no aguantamos más el dolor y por fin gritamos y aprendimos a dejar de fingir que aquí no pasa nada. Me entristece muchísimo vivir en un lugar tan bello como este pero tan acechado por la corrupción, el deseo de control y poder, hemos sido blanco fácil de tiranos gobernantes no sólo ahora sino desde siempre y eso horroriza en todas las maneras posibles.
Leía hace un par de días al escritor Óscar de la Borbolla, que dice que resulta extraño que uno vea el movimiento tan gigantesco que se ha hecho en internet acerca de esto y a la vez salir a la calle y ver que todo es diferente: las personas salen a caminar, al cine, a hacer sus actividades cotidianas y esto se siente como si se estuviera viviendo entre dos realidades distintas. Comparto totalmente ese sentimiento, es bastante paradójico pero como también lo señala, esta dualidad viene de los millones de personas que habitamos este país, es decir nos construimos en fragmentos, algunos están en el ritmo de las protestas y otros siguen con su día a día. Sería bueno que ambas realidades siguieran andando hasta chocar una con la otra para darse cuenta de que una pertenece a la otra y viceversa.
Un deseo personal sería que todo empatara, que esta realidad que lo virtual muestra se regara por todos los rincones del país, aunque supongo que aún hay mucho miedo, resignación y falta de información, además nos falta hambre de preguntas y respuestas que puedan desencadenar la conciencia sobre dónde estamos parados y por qué, hambre que se llena tristemente con mediocre y banal información. Personas que no están familiarizadas con las tecnologías sólo tienen a su alcance los datos procedentes de los medios televisivos y radiofónicos, pero como lo comentaba la última ocasión, la información proveniente de ahí es en su mayoría sesgada y tergiversada. Pese a ello es bastante alentador ver que nos han escuchado en tantos países alrededor del mundo y que se han solidarizado con nosotros haciéndonos eco y exigiendo no sólo la presentación con vida de los 43 normalistas sino el alto a toda la corrupción e impunidad que nos asfixian, porque además de estas desapariciones están las de millones y millones de personas más, y es atroz que después de una búsqueda incesante de los familiares y la esperanza de hallarles con bien terminen por toparse sólo con restos o nunca sabiendo qué fue de ellos. No deberíamos aguantar que cada día alguien desaparezca o muera, no debería pasar.
Desde esta o cualquier trinchera se reconoce que una persona que practica o se prepara para practicar la docencia es un sembrador de conciencia, una persona que invita a cuestionar la realidad y a desfragmentarla para poder entenderla y además transformarla; ese es el gran peligro de un Estado represor y un sistema que quiere que los pasos del pueblo siempre estén en donde ellos ponen las marcas, deseando absorber los deseos de ir por donde el camino no está trazado y arrebatando la oportunidad de plantar una semilla natural en vez de una artificial.
El profesor De la Borbolla también compartió el enlace a este artículo para poder considerarlo y reflexionar acerca de lo que podemos hacer frente a la violencia que nos embarga y me permito compartirlo también porque me parece que no tiene desperdicio y debiera ser leído por muchas personas.
Este puede ser un discurso repetitivo pero me parece que hoy más que nunca debemos estar muy unidos y no darnos por vencidos, no dudar de que podemos hacer retroceder a los tiranos y empezar a armar otro país, el México en el que siempre hemos querido vivir y no el que ellos han fabricado por años.
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