¿Por qué los señores que van donde el bolero leen el periódico del día mientras les lustran los zapatos? Me he puesto a pensar que es como la parte de una cadena que no debe romperse para que las calles sigan llenas de los rastros de la gente que pasa. Además, ¿qué harían los señores sino saben a dónde van?, si desconocen el camino que enfrentan con su calzado limpio.
Son los mismos boleros quienes ofrecen el diario para que la persona sentada en el banquillo se entretenga y haga relucir la paciencia mientras el bolero hace lo mismo con sus zapatos.
El señor o señorita, espera a que su calzado quede limpio para que corresponda con el resto de su atuendo y así dirigirse, generalmente, a su lugar de trabajo; sitio en donde la mayoría lleva los zapatos en las mismas condiciones y uno puede ponerse a pensar en el número de noticias que se han leído ese día.
Tener limpios los zapatos tal vez sea el único brillo que en realidad pueda percibirse cuando las personas en la ciudad estamos tan habituadas al deber de caminar por las calles sin detenernos a pensar sobre el hecho de qué tan indispensable es seguir la misma vía todos los días:
Pasar por las mismas calles, llegar a las mismas esquinas e ir con el bolero; en donde al leer el periódico nos enteramos de que ayer una persona murió intentando cruzar la misma avenida por la que cruzamos, o de la marcha en protesta por los anémicos salarios que el fin de semana también pasó por ahí.
Me refiero a que si esas cosas han dejado de decirnos algo, somos igual al asfalto o a la linea amarilla que adorna la orilla de la banqueta; puestos ahí como si alguien hubiese venido a pintarnos para ser parte del conjunto de una calle. A estas alturas, la frase "Ponerse en los zapatos del otro" se ha convertido en una leyenda urbana.
Con todo, uno se pregunta: ¿Qué importancia tiene que los zapatos estén limpios si el camino por el que pasamos los ensuciará de nuevo?
Quizá la importancia de salir de casa con los zapatos limpios o lustrarlos donde el bolero, radica, más que en estar presentables, en el hecho de que es la misma suciedad que contraen la que nos recuerda el camino por el que anduvimos a lo largo del día, y a partir de ello, hacer posible que brote la inquietud de si sería bueno continuar haciendo la misma ruta o buscar una alterna, inclusive preguntarse si aún nos gusta llegar al lugar al que nos dirigimos o si estamos dejando que nos muela a palos la costumbre llevando a cabo un ritual sin sentido.
Esto claro, sólo puede pasar si la curiosidad nos mueve lo suficiente como para querer averiguar de qué manera terminarían los zapatos si anduviéramos por otros lados.
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