Andas aquí, tú y tu silenciosa e invisible presencia andan aquí rondando la casa todos los días, te haces presente como para asegurarte de que no te haya olvidado. Pero no te quedas ni te vas.
Qué puedo hacer yo, dime, qué puedo hacer si ese tipo de martirios sólo son realizados por profesionales como tú.
No me gusta adivinar tu sombra porque incluso estás en tu propia ausencia; y andas aquí haciendo hablar al vacío que es un jardín blanco y negro que contigo reverdece. Tu voz y tu cuerpo, tus pasos en la escalera.
Creíste que sería distinto, que podíamos andar tomados de la mano esquivando al tiempo para que no nos hiciera más extraños de lo que ya éramos; pero todo envejece y se vuelve opaco, incluso las promesas y esa convicción, todo es un eco roto. Te has vuelto un fantasma, una compañía silenciosa a la que sólo puedo invocar y eso pesa, pesa porque no te disuelves ni vienes, no apareces ni te marchas; eres una sombra pegada a la oscuridad de este espacio que se hace visible a la luz de su propio recuerdo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario