Lo que no pertenece a un vocabulario

Si entendiera qué coño quieres decir, entendería qué coño escribes, 
me dije mientras escribía esto. 
Y de pronto me di cuenta de que mi vocabulario era pobre;
las palabras que conocía, ninguna podía expresar lo que quería decirte.
Después pensé que tal vez todas las palabras que existen son pocas, 
que ningún vocabulario puede afirmarse completo 
porque las cosas que pasan no pueden pertenecer a un decreto, 
sería como hacer frente al espejismo de un campo verde cercado
y fantasear con poder entrar allí. 

Actos y sentimientos, algunas cosas que pasan con los días: 

la manera de nombrarles es una manera de tratar de acercarse  
pero no una manera de saber que suceden. 
Yo podría saber que existe el amor porque está escrito en el diccionario, 
pero ¿cómo asegurarlo si no sé si lo he visto? 
Allí es donde entras tú, donde todo lo que puedo llegar a nombrar como amor 
está escrito en tu cuerpo y en las horas que evocas la palabra en tus lunares, 
en esa mirada que detiene al tiempo y tu boca que exime todos mis males.

Es entonces que afirmo que todo aquello sucede, como suceden tu piel, tus ojos y labios:

porque no son del orden de un vocabulario tus párpados al dormir, 
no pertenecen a un vocabulario tus cejas pobladas o tus manos cuando abrazan, 
tus gestos de placer no son de un vocabulario. 

Lo que no pertenece a mi vocabulario no tengo porqué hacerlo pertenecer 

puesto que es libre y no debiera ser enjaulado, 
esos actos son un pájaro que viene a mi por sí solo y vuela siempre en libertad.
Y llegado este punto sé por fin que lo que quiero decir es que sino nombro y escribo 
todo aquello, no es porque haya pasado por alto su existencia, 
es que todas esas cosas merecen conjugarse en tu cuerpo antes que 
tener un nombre y ponerse a retozar aquí o en cualquier rincón de alguna hoja.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario