Lucero

Tan curiosa eres, niña cometa, 
que te haces la casa de pendientes invisibles, 
en un arroyo de incógnitas muertas, 
en un sendero de puertas abiertas. 

Tientas a oscuras la promesa de tierras ardientes, 

te vas sin timón y sin vela esperando hallar y ver y tocar cosas vivas en mesetas e islas desnudas,
reunirte con tus propias preguntas, 
con tus propias respuestas y penumbras.

Tan errante eres, niña, 

tan llena de polvo y luces de noche,
te dicen que no y te explota la cabeza, 
te dicen que tienes ésta y otra forma, 
pero al final quiénes son para creer que han visto tus piezas, ellos miran pero están invadidos de verdades, 
verdades pocas, verdades a medias, 
verdades que no alcanzan, 
que sólo son fracción, 
porque niña, no existe en ello tal condición.

Te abres las venas y se derraman las mieles 
de las que sorbes a chorros, 
cubres la herida para días venideros de póstumos homenajes.
Tan pálida, tan llena de promesas e insaciedad, 
tan dispuesta a ser veleta y a descubrir arenas 
que nunca han padecido una huella.

Has aprendido a identificar la falacia, 

lo que no se sumerge por miedo a hundirse. 
Has percibido las ganas que tienen de meterte 
en una caja y convertirte en archivo, 
te caes de rodillas y te salen ampollas en los dedos, 
tus ojos están apagados, un tanto marchitos;
ya no conoces otro refugio pero buscas,
buscas porque eres sin frenos aunque abusas de las pausas, 
porque dejas tus rastros aunque después se disipen, 
eres infecta y poco correcta, 
eres etérea, niña cometa. 

Y todo esto lo digo para que no olvides el viaje ni la trayectoria, todo lo digo como un ruego, 

con la esperanza de que jamás desvanezcas. 

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