¡Ya sé!, más que desear absurdos, debiera condenar mi escasez de coraje para mandar todo al diablo por un día o varios, y hacer cosas que no sean consideradas productivas, que dejen de preocuparme las repercusiones y los regaños de un jefe o un padre.
Extraño tanto a mi abuelo, hubiera querido más tiempo con mi viejo, pero los deseos conjugados en el modo "uno ya no regresa de la muerte" no sirven de nada por más suspiros y llantos que se exhalen; no al menos en la vía palpable, en el contacto físico, porque me he quedado con tantos abrazos y tantos besos que hoy están tristemente guardados en la oscuridad de la caja de tesoros que de niña construí.
Algún día, alguien tiene que propagar la conciencia e inventar la cura para que dejemos de dar por hecho que todas las personas están, y mientras lo queramos se van a quedar, aquélla cosa llamada tiempo es implacable y no tiene perdón de nadie.
Me duelen todas las personas que mueren, los torturados y censurados. Me duelen las injusticias, los niños asesinados y las mujeres ultrajadas en guerras... guerras, me duelen las guerras.
Me duelen los que al morir están solos y ni en el último suspiro a alguien tienen, me duelen aquellos que de hambre mueren. Me hiere este mundo de cambio y oferta.
Estoy obsesionada con el pasar del tiempo, con los momentos perdidos y los no sucedidos, con la muerte y sus vilezas, con las tristezas, las simplezas y las imposibilidades de este mundo... pero eso tal vez, ya se habrá notado.
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