A los poetas y escritores que recientemente nos han dejado,
y a los que desde hace siglos se han venido marchado.
Los poetas ya no quieren ser de este mundo, aprovechan las noches y a veces las madrugadas para fugarse, para irse sigilosamente; y cuando uno corre las cortinas, además del día, se encuentra con el desconsuelo de la reciente partida.
Dejan sus perfumes, sus letras y sus creencias, se van desposeídos a buscar otras vías, a revivir a otros muertos en vida.
Nos dejan desamparados, nos dejan con un hueco en el alma, y hay que hacerse un menjurje con sus escritos y versos para que de principio amortigüemos el golpe, amansemos el dolor y con el tiempo, no terminemos abandonándonos a la penumbra de la nada.
Han empezado los poetas a irse corpóreamente del mundo, y esto parece el apocalipsis de la tierra.
Se han revelado,
propio de ellos;
no es que estén cansados de habitar aquí...
o quién lo sabe.
"Que se me vaya todo, menos los poetas, que me quede sin nada menos sin su presencia; ¿qué va a ser de mi si se me van los poetas, qué vendrá sin los hacedores de lo invisible, los amantes de lo oscuro y de las letras?"- He ahí una voz sollozante que se ha enterado que se están marchando los poetas.
Dicen los rumores que se están yendo porque ya han hablado de los amaneceres en esta tierra, de la luna y sus susurros, de las historias de las calles, de los amores eternos y frustrados, de lo que los ojos pueden divisar desde lo alto de una roca.
Dicen, que ya han versado sobre lo aquí que entendemos por efímero y perdurable, y que por eso se van, por eso se marchan a otras realidades paralelas a esta, donde encuentren otras cosas que no tengan nombre y donde rebauticen a las que ya lo tienen y se inventen un nuevo vocabulario, y se formulen otros dolores y otros placeres, otros cansancios e infinitas rebeldías, donde se revelen contra otras cosas tomadas por verdades, donde haya que inventar otras posibilidades que no sean terrenales y palpables, que les llenen el cuerpo con otras revelaciones, donde los secretos todavía sean sorpresa para la gente.
No es que todo esté dicho ya, no es que todo ya esté escrito y no haya nada más que creer y crear, pero hay tanto más que se puede conocer y por lo cual desfallecer.
Los poetas andan diciendo adiós, ya se van del mundo, ya no quieren ser del mundo, ya no pueden ser del mundo;
y es que acaso nunca han pertenecido por completo,
pero vinieron a morarlo para reconocerlo y desnombrarlo, llenarlo de perplejidad que pudiera ser tomada cual bocadillo en un sin fin de versos.
Lo que ellos no saben, lo que no alcanzan a imaginar, es que cuando se van, en realidad se quedan, cuando dicen adiós ya nada pueden hacer, porque sus versos y sentimientos ya están vaciados en los centros de las plazas, en las banquetas y carreteras, en la arena y las playas; pero sobre todo en los lectores, en los primeros y en aquellos que después de muchos años, ya están próximos a alcanzarlos.
Los poetas ya no quieren ser de este mundo, han armado una trinchera, han echo una revolución en consecuencia a su revelación: "Hay que inundarse los ojos con otras vidas y otras cosas desconocidas", ya lo hacían en sus letras y ahora prueban con su materia.
Los poetas están abandonando este mundo, se destierran de este cielo y de esta tierra; de esta posibilidad de inagotables promesas; dejando por doquier huérfanos, abandonados, desconcertados...
"estoy huérfano de ti pero no de tus letras, estoy tan falto de ti, pero no de tus tragedias."
Los poetas ya se van de este mundo, por aquí pasaron y es verdad; aunque se vayan, es aquí donde se han quedado.
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