¡Mírate!, caminas en una sola dirección, y privas a la vista del placer de observar a todos lados y de inventar paisajes propios como solías hacerlo.
-¿Por qué hacerlo? o ¿Para qué hacerlo?- cuándo lo preguntas te desconozco, y cuando respondes, me das miedo:
- Conozco bien lo que hay durante el trayecto, sé a donde llegar y cómo hay que regresar-.
Tus ojos se habitúan a los mismos colores y formas, tus pies reconocen las mismas piedras, se acostumbran a andar y desandar los mismos puentes y avenidas. A una pequeña niña abandonada me recuerda tú sensibilidad: olvidada o tal vez, sólo perdida.
¡Qué tedio!, te has sumado un puñado de simpleza y te has restado cantidades de asombro: Todos los días la misma cosa a la misma hora, como un ritual: red para peces embrutecidos.
Pero te has dado cuenta, la realidad te ha golpeado la cabeza y reconoces la hipnosis; te ha pellizcado la piel y te ha hecho recordar que estás viva, que sientes, te pide a gritos: ¡Que ya despiertes, que regreses!; porque ella, no eres tú.
* Esto lo escribí hace ya muchos meses (marzo 2013) y no lo recordaba, tal vez nunca hubiera recordado su existencia y que lo había publicado en otro espacio sino me lo hubiesen recordado. Volver a él y leerlo, ha sido un retorno y una alerta, para que justo en este punto en que puedo volver a caer en el tedio, me ponga repelente ¡ya!, enseguida. -¿Por qué hacerlo? o ¿Para qué hacerlo?- cuándo lo preguntas te desconozco, y cuando respondes, me das miedo:
- Conozco bien lo que hay durante el trayecto, sé a donde llegar y cómo hay que regresar-.
Tus ojos se habitúan a los mismos colores y formas, tus pies reconocen las mismas piedras, se acostumbran a andar y desandar los mismos puentes y avenidas. A una pequeña niña abandonada me recuerda tú sensibilidad: olvidada o tal vez, sólo perdida.
¡Qué tedio!, te has sumado un puñado de simpleza y te has restado cantidades de asombro: Todos los días la misma cosa a la misma hora, como un ritual: red para peces embrutecidos.
Pero te has dado cuenta, la realidad te ha golpeado la cabeza y reconoces la hipnosis; te ha pellizcado la piel y te ha hecho recordar que estás viva, que sientes, te pide a gritos: ¡Que ya despiertes, que regreses!; porque ella, no eres tú.
Nota al pie para el lector y como humilde sugerencia: ¡Ponerse repelente contra el tedio todos los días!
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