Ella que es ella

Ella se aferra a las comisuras de la sonrisa de la luna, 
se queda esperando los mitos, 
los que todas las manos no saben o no quieren tocar por miedo a lo desconocido y lo fugaz, 
magia pura para ella es; 
porque le rompen la consonante de los días y consigue matar la carroñera idea de un porvenir numérico, cuyas formas se invalidan y trastornan a la sombra de un arbusto frondoso y vacío de parafernalias.
Por eso suele ir a derretirse a la sombra fresca del navío desarmado y hondo. 

A veces colapsa con las puertas a la duda 

y las horas llenas de liturgia, 
tiene el pecho tan agujerado de tanto tronar y andar vagando bajo las avenidas de los decibeles, 
se cubre la cara con un puño de fractalidades 
y se queda escondida de las viejas mañas de los señores feudales.

Ella urde en la irrevocabilidad de su centro, en la ira mutante que deviene en todas sus extremidades.


Ella, mal que bien es ella, con su extrañeza en los pensares, con sus propios penares y sus kilómetros de mares.


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