No, no estoy enojada, no empecemos con paranoias en el decir de las cosas; no te estoy criticando nada, sólo quiero saber si alguna vez te sueltas. Trato de ahondar en lo anidado de tus discursos y saber en qué lugar y momento el hueco de lo imposible fue sellado.
Bastante ilusa, bastante confiada de todo -dices-
-no sé vivir de otra forma-te replico.
Quizá por eso no nos hemos cansado uno del otro, siempre hay algo que discutir, algo que discurre entre las paredes blancas e impecables y llega al balde lleno de moho y suciedad; siempre algo que contradecirnos
y palabras necias sin oídos sordos pero bocas con verborrea y ceños fruncidos, manos gesticulando y al final uno nunca trata de convencer al otro porque eso sería bastante inútil y además cansado.
Me conmueven tus ojos cuando se sienten perdidos, cuando se trasladan a otra dirección que no conocen, cuando te llevo.
Te altero siempre te altero y te coloreo el desquicio...
¿Cómo es posible? dices al calor de la charla, y me río, me río sin parar, deberías ver tu cara, sería bastante el descaro si me atrevo a sacar la cámara y captar tan vital escena, pero no niego que me gustaría.
"¿Por qué no mejor conversas con alguien que concuerde contigo, por qué no hago yo lo mismo?"- te pregunto-.
Y termino confesando- "No quiero un conversador que esté en todo de acuerdo conmigo y que todas mis acciones le parezcan acertadas, eso es fatalmente aburrido, fatalmente adulador"- "¡Eso! de nada me sirve una confirmación, un espejo que me muestre la imagen que ya vi, descaro es lo que necesito, mucho más que sinceridad"- dices- y sonreímos sabiendo que por lo menos en eso estamos de acuerdo.
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