Vértigo sobre una hamaca

Hacer el ejercicio de posarse sobre una hamaca y proceder a balancearse, primero muy quedo de tal manera que se vaya tomando ritmo en el mecimiento y empezar a sentirse a gusto en ella. Se recomienda elegir un espacio al aire libre, donde pueda admirar todas las cosas y las personas que el animo y el clima le permitan e inciten, donde no sienta que la tarea será perturbada pero si acompasada por otras tantas a su alrededor, eso le brindará un ritmo por demás cadencioso, como el de una melodía que el músico comienza a tocar con una guitarra y de poco en poco se va convirtiendo en una canción cuando se unen a ella más músicos con otros tantos instrumentos.

Una vez instalado en tal escenario, comience a mecerse con más y más fuerza, con gran potencia, tanto como quiera y le sea posible. Para llevar a cabo este punto puede hacerse acompañar de otra persona que le ayude a elevarse y le empuje cuando sienta que ha perdido altura, que se encargue de que el momento dure un poco más, siempre un poco más de lo que se quiere y se espera, porque la primer condición para llegar hasta el vértigo es precisamente esa, el tiempo que logramos mantenernos arriba.

Elévese lo bastante como para sentir que ya no puede regresar al suelo, que ese estado es permanente y que el tiempo se acumula en ese instante que con toda intención ha provocado. 

Mientras gana altura los brazos le obligarán a sostenerse con más fuerza o a dejarlos libres posicionándose cual alas, emulando esa sensación de volar que le lanza fuera de todo, lo dispara fuera del espacio en el que se encuentra, fuera de las barreras que la frontera de lo cotidiano instala en el pensamiento. Este momento vendrá según se sienta la necesidad y el gusto por la emoción, pero sin duda alguna comenzará a aparecer la adrenalina, se repartirá por todo el cuerpo y se manifestará en gestos de todo tipo:
una sonrisa o carcajada, ojos cerrados o abiertos respondiendo al pasar incontrolable de la imágenes, gritos y expresiones que emanan propios de la sensación, o tan sólo se instalará el silencio como contemplación, como gesto inequívoco, como el lugar que se ha estado buscando por todas partes y se ha encontrado al fin. El acto es comparable a estar en un juego mecánico de algún parque de diversiones, en donde a uno lo conducen en giros violentos y deleitables (percibidos así si gusta de tales emociones), pero donde el vértigo viene como algo mucho más efímero, algo que termina con el turno en el juego.

Llegado a este punto sienta como los sonidos y las imágenes se mezclan, vienen todas sin poder diferenciarlas pero por demás perceptibles, conjugando el espacio, armando una serie de ritmos y una vista que es invisible para todos aquellos que comparten con usted el lugar pero no la perspectiva. Sienta volar los cabellos y como las manos se aferran o se sueltan, seguramente los pensamientos se pondrán en stop o aparecerán en gran cantidad para asociar el momento con otros que le causaron una sensación similar. 

¡Ya lo tiene, ahí está! es este el punto que buscábamos. 
Este vértigo puede llegar a ser desmedido cuando se une con otros vértigos, como por ejemplo el vértigo que sintió cuando estuvo a punto de hacer algo pero no se atrevió, el vértigo que viene con la primera ocasión para todo, el vértigo que sintió en un momento de peligro o cuando algo lo impactó de tal manera que le costó reaccionar. Es necesario apuntar que no necesariamente se asociará a ocasiones agradables.

Esta experiencia, bien vale decirlo, se vuelve más placentera si hay mucho viento o llovizna, la idea le parecerá un poco romántica, como una escena cursi de película, pero vale la pena intentarlo; el aire y las gotas de lluvia agregarán un sentido particular, mucho menos posible de poner en palabras tomando en cuenta que ya es de por sí indefinible el acto de despegar los pies del suelo y no encontrarse ni abajo ni arriba, en un espacio en el que comúnmente no se piensa pero que existe, no se está ni en el suelo ni el cielo, porque el vértigo que se obtiene de aventarse en paracaídas de un avión, viajar en él o en globo aerostático tiene que ser, sin lugar a dudas, diferente.

Es importante hacerle saber que la inercia del balanceo le llevará a levantar la mirada hacia arriba, a contemplar la majestuosidad y potencia del azul en las nubes, sus movimientos y formas, se dará cuenta de la capacidad que estas tienen para darnos conciencia de cuán pequeños somos. Aquí vendrá otro tipo de vértigo, uno que por ser de orden diferente al que inicialmente nos reunió, se explicará a detalle en otra ocasión.

*Texto de la semana en Revista Golfa.

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