-No sirvo para esto- dijo mientras se detenía y bajaba de la bicicleta.
-¿Para qué, para andar en bicicleta?
-No, para estar juntos y pasear por la ciudad como si tuviéramos el resto del tiempo para hacerlo.
Me detuve también- Pues estamos juntos ahora- dije.
- Si, pero ¿qué va a pasar en unas semanas cuando tenga que regresar a mi país?- lo decía todo con ese acento argentino que me atrapó desde la primera vez, parecía que las palabras y cada cosa que argumentaba estaban llenas de un tono más trágico, algo difícil de pasar por alto.
-No he pensando en eso y no quiero hacerlo ahora, es nefasto quebrarse cuando ni siquiera ha pasado. Oye- seguí mientras ponía mi mano en la suya- tal vez resulte que no volvamos a coincidir pero no quiero que desde ahora tratemos de tragarnos el cuento de que estaremos en contacto siempre y por todos los medios posibles porque lo haríamos por un tiempo pero después ni siquiera una vez- nos quedamos callados por largo rato y luego atiné a decirle: ¿Qué queda en una persona cuando conoce a otra? Incluso este momento en que estamos cayendo en la cuenta de que se va a acabar, aunque voy a pensar en el comienzo siempre que me acuerde de ti.
Bajó la mirada un segundo y después con una expresión de agobio me replicó algo que no alcancé a escuchar porque sentí que me alejaba, que lo veía cada vez más lejos hasta que desaparecía. Desperté.
Tuve un sueño. Un día decidía faltar al trabajo para pasarlo en uno de mis lugares favoritos de la ciudad, y ahí, conocía a un muchacho argentino.
Llevaba rato sentada en una de las bancas del parque observando a la gente que pasaba, en especial a los niños que se acercaban a la fuente de junto para tratar de atrapar un chorro de agua que al salir los maravillaba. Me gustaba verles la cara de sorpresa porque es la expresión más pura de cuando se ve algo por primera vez. Estaba entretenida en ello cuando un chico de mediana estatura, apiñonado y de ojos claros se me acercaba y preguntaba: Disculpa, ¿sabés cómo llego a este lugar?- lo decía mientras me mostraba una hoja de libreta con la dirección de un museo- Pensaba ir para allá en un rato- decía yo- si quieres te acompaño, no está muy lejos- él titubeaba un poco pero después decía- Mmm bueno, sólo si prometes que no vas a robarme algo o a secuestrarme- yo me reía casi a carcajada- ¿Tengo cara de delincuente?- No, la verdad que no- bueno, entonces vámos, de todas maneras si quisiera hacer algo así no elegiría un lugar público como este- él también reía.
Durante el camino conversábamos y me enteraba de que su estancia en el país sería por un par de meses, venía por un proyecto de trabajo pero no quería irse de la Ciudad de México sin antes haber conocido los lugares de los que tanto le habían hablado algunas amistades.
Visitábamos el museo y a partir de entonces nos frecuentábamos, nos hacíamos muy cercanos. Recuerdo haber pensado que hacía tiempo no me sentía tan cómoda en compañía de alguien. Él me hablaba de sus miedos y sus planes de escapar mochila al hombro a Europa en un par de años, tengo la imagen vívida de una ocasión en que me mostraba una cicatriz en su tobillo derecho y me contaba la historia de cómo se la hizo cuando niño; pasábamos los fines de semana juntos.
Recuerdo también haberme preguntado una mañana mientras lo miraba dormir y pasaba mi mano derecha por su cabello, cómo había llegado yo hasta ese momento con un completo extraño, ¿Qué queda en una persona cuando conoce a otra?
Esa es la última imagen que tengo, estábamos en ese instante en que parecía que todo iba a quedarse así siempre, como si el mismo instante me dijera que sería lo último que iba a recordar. Todo aquello no terminó como estaba previsto, con la despedida, sino cuando desperté.