Nada ansío de nada,
mientras dura el instante de eternidad que es todo,
cuando no quiero nada.
-Oliverio Girondo
Usted despierta en un día nublado, lluvioso y frío, uno de esos que de un tiempo para acá se han venido dando en la ciudad por los huracanes del Pacífico. Se asoma a la ventana, divisa la calle mojada y las gotas de lluvia empapando los parabrisas de los automóviles, el sonido de las llantas de alguno que recorre el pavimento mojado le resulta agradable.
La calle está sola, no hay ningún transeúnte, usted también está solo en casa, nadie más que el perro y los pericos que la abuela le obsequió le acompañan, pero este silencio y esta calma que amenizan el día le sirven para imaginar por un momento que es el único habitante que queda en la tierra, un pensamiento que le llega así de pronto; tal vez sea porque se siente más solo que de costumbre, y vaya a saber por qué si ya han habido muchos días como este.
Entonces empieza a pensar en formas para distraerse, a idear cosas que pueda hacer pero después de hallar algunas, se siente ridículo por tener este tipo de pensamientos y sentirse incómodo frente a la tranquilidad, porque además saldría de la casa para evitar paranoias pero no encuentra ningún motivo para hacerlo y no quiere.
Otro pensamiento repentino lo invade y se dice en voz alta que es extraño como el presente puede resultar una ironía, se lo dice en voz alta así mismo porque le rebasa el hecho de pensar que usted está aquí sobre este techo, tranquilo y arropado mirando por la ventana, sólo mirando por la ventana, mientras miles de tragedias acontecen y se confabulan en este preciso momento alrededor del mundo- ¡Qué miseria!- piensa- esto le hace explotar por dentro, usted no es dado a mostrar su enojo y las personas que le conocen bien lo saben. Entonces le parece que ya no se aguanta más ahí, así, inmóvil, parado a la espera de la nada, a que el tiempo pase, a que haya algo interesante que rompa el estado pasivo de las cosas ya sea afuera o adentro, le dan ganas de jalar su cabello, como el signo que algunos muestran cuando están perdiendo la cordura, pero no lo hace porque le daría miedo aceptar ese hecho de sí mismo, le da miedo aceptar que puede estar volviéndose loco.
Resuelve ir donde la computadora, pero al encontrarse sentado frente al aparato considera que gastar el tiempo en internet ya es demasiado desperdicio, no tiene ganas de leer o de telefonear a algún amigo porque sabe que seguramente estarán ocupados en sus respectivos trabajos, todo mundo hoy en día está ocupado en su trabajo, en sus actividades, en su rutina; se pregunta entonces si es el único que tiene tiempo para pensar trivialidades, estupideces tal vez, si es el único que reniega de la quietud, quizás en estos momentos ellos también se estén hartando de sus ocupaciones o quizás ni siquiera puedan pensar en ello debido a la atadura en la que los deja el deber. Ahora comienza a sentirse un poco, sólo un poco afortunado por el hecho de tener tiempo de pensar, por lo menos para pensar en que aborrece este momento; es mejor que no destinar ni un segundo a considerarlo, porque usted supone que la mayoría de las personas detestan el momento que viven sin estar claramente conscientes de ello, pensar en eso al menos lo tranquiliza. Esta consideración no lo hace menos desdichado en este momento, es sólo algo que atravesó su mente.
Entonces se da cuenta que todo es causa de algo, usted está aquí en la ventana sintiéndose harto del resultado del todo, algo que los fervientes divulgadores de la motivación personal dirían que usted mismo construyó, y que probablemente vaya en camino a ser una persona amargada sino ve la vida con optimismo y alegría. Los maldice, odia esos discursos baratos con que convencen a la gente- ¿Cómo puede ser qué la gente crea toda esa mierda?- se dice nuevamente en voz alta- y enseguida piensa -¿Hablar conmigo mismo y en voz alta es un signo de qué?- esto lo piensa más no lo dice, realmente no quiere ahondar en la búsqueda de ambas respuestas pero después de un rato de silencio en sus pensamientos, se asusta porque recuerda que alguna vez alguien le dijo que el hecho de no querer buscar respuestas era un signo de muerte; estar muerto en vida y saber que se está vivo sólo porque siente hambre o respira, es la manera más patética de vivir, la más vacía quizás.
Ahora recuerda que hay ciertas imágenes, ciertas canciones que le sacan de la inmovilidad, tal vez lo llenen de nostalgia pero decide poner un disco en su viejo tocadiscos, herencia única que le dejó su abuelo paterno; escuchar estas canciones tal vez sólo le traiga recuerdos tristes de personas que ya no están, o de usted mismo, de usted, el que era hasta hace unos cuantos meses. Se queda dormido en el sillón individual que colocó de lado derecho de la ventana, mientras el tocadiscos reproduce That's Life de Frank Sinatra en el lado izquierdo. Esta bien podría ser la escena de alguna película o el cuadro de alguna galería de arte moderno.
A partir de ahora todos los días de su vida pueden ser como este día, iguales, sin cambios, eso si usted quiere; fue lo último que pensó antes de conciliar el sueño.
Es otro día, ahora despierta, abre los ojos y se levanta a recorrer las cortinas y mirar de nuevo a la calle; hoy ya no llueve pero todo sigue mojado; echa sólo un vistazo pero después de ducharse y tomar el desayuno regresa a mirar con atención, se dispone a memorizar de nueva cuenta lo que hay afuera, a criticarlo desde adentro, como siempre, algo que a estas horas del día ya le parece trágico, por eso tras ponerse su abrigo decide salir de casa a pesar del frío y la cantidad de charcos que seguro habrá en las calles. Tal vez otras preguntas puedan venir a su mente, no sabe, pero lo que es seguro es que otras cosas que no alcanza a ver desde su ventana podrá verlas con claridad desde fuera, si éstas le resultan una molestia está resuelto a regresar de inmediato a la casa, a la comodidad de su aposento.
Después de cruzar la calle mira fijamente por un par de minutos la ventana, esa por donde ayer veía desde dentro el lugar donde justo ahora está parado, piensa ir a comprar un paraguas, al parecer hoy también lloverá mucho pero si todo pinta bien ya decidió que va a estar todo el día fuera. Camina hacia el mercado.
Quizás no se trate más que de su relación con la soledad, la soledad que le grita, y de usted; usted creyéndelo todo.